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Rutas: camino a la premiación

Crónica de un complejo camino que tuvo que recorrer uno de los representantes de la Fundación Compartir para visitar a un pueblo recóndito donde se realizaba la labor de uno de los postulantes a este reconocimiento.

Diciembre 26, 2015

El recorrido que hacen los maestros y rectores del país para aproximarse al podio del gran premio es largo y complejo. Así se reconoce por quienes trabajamos en el Premio y conocemos los diversos matices en los que se mueve el proceso de evaluación y selección.

Un aspecto importante durante el proceso son las visitas, por las rutas que recorremos a lo largo y ancho del territorio nacional. Para el 2015, uno de los caminos recorridos fue el del municipio de Samaná, en el departamento de Caldas. Podría aseverar que para esta versión del Premio, fue uno de los recorridos más largos y arduos.

De esta manera y con algo de ansiedad llegamos a La Victoria y casi a coro podíamos decir su nombre, “Victoria”… hoy con una gran sonrisa en mi rostro me atrevo a decir que en ese momento coreamos el nombre de aquel municipio, como una expresión de júbilo y alegría por estar tan cerca de nuestro destino y no como la remembranza de nombrar un pueblo del Viejo Caldas en donde habitaban los Quimbayas.

La travesía empezó en Bogotá, cuando se realizaron las primeras averiguaciones acerca de las posibles rutas de llegada. Varias llamadas confirmaron que la manera más sencilla era haciendo el recorrido por tierra.

Con la información recogida empezamos la travesía en una ‘Duster’ ya que como lo habían advertido previamente, el recorrido debía hacerse en una camioneta grande por los destapados caminos que nos íbamos a encontrar. Salimos por la ochenta hacia Samaná, pasando por la “Pequeña Villa” y su olor inconfundible a panela, el “Valle de las Guaduas” y su pintoresco verdor, finalmente a la “Ciudad de los Puentes” y sus más de 32° de temperatura. Según quienes ya habían recorrido este camino, ahí empezaba la verdadera aventura.

Saliendo de Honda por la vía a Mariquita, encontramos a mano derecha una vía sin pavimentar de aproximadamente tres horas. La impresión que nos dejó el camino fue el de una vía poco transitada que mezclaba temperaturas, aromas y paisajes diversos. Poco a poco nos adentrábamos en lo profundo del bosque que solo se lograba ver en algunos momentos por el pequeño reflejo de la luna sobre tramos de la carretera.

De esta manera y con algo de ansiedad llegamos a La Victoria y casi a coro podíamos decir su nombre, “Victoria”… hoy con una gran sonrisa en mi rostro me atrevo a decir que en ese momento coreamos el nombre de aquel municipio, como una expresión de júbilo y alegría por estar tan cerca de nuestro destino y no como la remembranza de nombrar un pueblo del Viejo Caldas en donde habitaban los Quimbayas.

Cuarenta y cinco minutos faltaban entonces, para tocar suelo samanense, según el dato otorgado por nuestros contactos. El camino que seguía siendo destapado, presentaba nuevos retos e inconvenientes: un solo carril que dejaba ver a mano izquierda el abismo y a la derecha la montaña, los ruidos exteriores de agua y piedras que golpeaban las latas de la camioneta, las pocas luces que nos los ojos de las vacas que aprecian de repente ante el destello de los cocuyos y sin saber si habíamos desviado sin notarlo del camino que nos llevaría a nuestro destino por la falta de señalización, calculábamos el tiempo del recorrido esperando que el dato 45’’ fuera el correcto.

Finalmente la noche dejo ver la claridad de las luces de un pueblo que permanece despierto veinticuatro horas y que tiene la misma cantidad de casas que de tiendas, el sonido de los cascos de los caballos contra sus calles empedradas, el acento típico de los paisas y el brindis con botellas de ron, nos dieron la bienvenida a dos citadinos que venían en nombre de el Premio.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Asesora educación.
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Carlos Enrique Sánchez Santamaria
Gran Maestro Premio Compartir 2011
Con el apoyo de las tecnologías logré que los estudiantes convirtieran el pasado de exclusión que vivió éste municipio lazareto en un pretexto para investigar, conocer la historia y conectarnos con el mundo.