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Un voto por el sí

Esta es una oportunidad para detener las balas y sentarse a conversar sobre los efectos de la catástrofe y del hartazgo que tendría que producirnos tanta muerte.

Septiembre 27, 2016

Un voto por el SÍ es una lección que se da a los adictos a la guerra, a quienes se niegan a comprender que la historia de un país debería estar por encima de las armas, la muerte y los prejuicios. Entre ellos están los movimientos guerrilleros y paramilitares y los políticos que están de acuerdo con sus actuaciones. Entre los adictos a la guerra se encuentran los militares que han equivocado el uso legítimo de la fuerza con la posibilidad de garantizar sus intereses personales por encima de la vida de los pobres, quienes por lo general son quienes tienen que poner el pecho en esta misma guerra. Entre los adictos están las personas que repiten discursos promulgadores de violencia sin que se hayan detenido a pensar en las razones que motivan a esos mismos discursos, que por lo general se relacionan con intereses económicos personales o con perjudiciales vacíos intelectuales. 

Un voto por el SÍ es un llamado a la lucidez, al pensamiento, a la capacidad de los hombres para dialogar. Es una oportunidad para detener las balas y sentarse a conversar sobre los efectos de la catástrofe y del hartazgo que tendría que producirnos tanta muerte.

Un voto por el SÍ es una oportunidad para pensar en la Paz y en la bella complejidad de lo que significan nuestras creencias religiosas: amar a los enemigos; respetar y valorar la oportunidad de su existencia; perdonar. Reconocernos en el enemigo, humanizarnos a través de él. Utilizar nuestra capacidad de odiar para descubrir que somos capaces de sobreponernos a esa emoción que llama a la muerte y que nos desgasta poco a poco, como individuos y como país.

Un voto por el SÍ es escuchar el susurro de la historia y del desarraigo; es pensar en lo que han tenido que soportar nuestros abuelos y nuestros padres, y sus abuelos y sus padres, y nuestros hijos y sus hijos; ya es hora de que nuestros nietos tengan la posibilidad de despojarse de esa carga atroz de lo que significa la venganza. Es la oportunidad para que los que han visto la guerra a través de la pantalla piensen un poco en los que la han tenido que vivir en carne propia, algunos de ellos tan golpeados que fueron contagiados por ese impulso de la guerra de sobrevivir para contagiar el odio y la venganza, a los que quedan vivos. Sin embargo hay víctimas que votarán por el SÍ con el valor, la legitimidad y la grandeza que solo puede otorgar la humana sabiduría de la herida, y que por tanto quieren evitar que otros vivan el dolor que sienten, quieren evitar que otros sientan esa mutilación de ser víctima.

Para ellos un voto por el SÍ es resanarse, salvar la vida de alguien, advertir otros problemas para comenzar a buscar sus soluciones. Ya es hora de dejar de repetir la consigna de la muerte: “Viva la muerte. Abajo la inteligencia”, y proponer la contraria: Abajo la muerte.  Viva la inteligencia. Lo merecemos, nuestros hijos lo merecen.

Un voto por el SÍ es la posibilidad de que los gobernantes comprendan lo que sucede cuando las personas a quienes gobiernan se ponen a pensar, porque proponemos que los altos presupuestos para la guerra pueden dedicarse a solucionar los problemas que impiden que haya paz, y que son el incendio aparente de la guerra: es una exigencia de que al fin comiencen a cumplirse los dictámenes del Estado Social de Derecho; es una exigencia para que se reconozca la dignidad de las personas; es la gran oportunidad de desandar y retomar otros caminos que nos permitan ser la gran nación que estábamos destinados a ser.

Un voto por el SÍ busca hacer un alto en la Escuela. Cada uno de los maestros de este país debe pensar en la coyuntura histórica de lo que implica sentarse a dialogar. Es hora de recordarnos una vez más las implicaciones que tiene nuestra función social y política. Debemos educar y proponer Saber para lograr un país digno y en paz. Nuestra función consiste en hacerle resistencia al discurso de la muerte y convertirnos en defensores de la Democracia. Somos servidores de la Democracia, y diciéndolo con Unamuno, somos sus sumos sacerdotes.

Somos una de esas partes visibles del Estado; una de sus partes dignas que concede valor a las palabras porque son mágicas y fundacionales, “Hágase la luz” y la luz fue hecha. Un voto por el SÍ cuestiona nuestro pesimismo; un Voto por el No naturaliza lo que hemos sido hasta el momento, un pueblo incapaz de imaginar un futuro distinto y que necesita de la existencia de los monstruos para tener a quien culpar. Los del No necesitan a las FARC. Los del SÍ queremos deshacernos de ese monstruo.

En un país violento esa es parte de la magia de la pedagogía: proponer que pensar es irse en contra de la naturalización de la guerra. Porque un verdadero Maestro hace parte de la resistencia a todos los procesos que violentan la dignidad y la democracia. Y esta es una de las principales virtudes del SÍ: Quizás al fin podamos comenzar a pensar en un mal que carcome a nuestro país de una manera más trágica que las FARC, el Paramilitarismo y el Narcotráfico: la corrupción que ha destruido la salud y la justicia, que ha hecho que miles de niños mueran de hambre y de sed, y que ha hecho que muchas personas pierdan la fe en la Democracia.

Ese es el gran mal que debemos enfrentar como nación moderna en las décadas que vienen, y que sólo se visibilizará si dejan de existir las guerrillas a quienes se las culpa de todo. Por eso un voto por el NO se convierte  en cómplice de los corruptos que se han tomado el país como una peste.

Un voto por el SÍ no soluciona todos nuestros problemas; no nos trae la paz y la justicia que nos merecemos, pero es un experimento que busca un resultado distinto a los que hemos obtenido hasta el momento… por eso como Maestro, Padre, Poeta y Ciudadano… mi voto es por el Sí.

[1] Parafraseo de la justificación del proyecto desarrollado en el colegio QUEBEC (Duitama) sobre el Plebiscito desarrollado en las Escuelas. quebecmnemosine.blogspot.com.co

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Docente Licenciado en Ciencias Sociales, magíster en Historia y doctorando en Lenguaje y Cultura en la UPTC. Profesor del colegio Quebec y catedrático de la UPTC Duitama
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