Usted está aquí
Votación más educada
La educación, en términos generales, resulta ser importante para todos, ya sea por las connotaciones morales del tema o porque simplemente sin educación (escolarizada o consuetudinaria) no hay transmisión cultural posible.
La educación, en términos generales, resulta ser importante para todos, ya sea por las connotaciones morales del tema o porque simplemente sin educación (escolarizada o consuetudinaria) no hay transmisión cultural posible. Y sin esta delegación de saberes generacionales pues prácticamente hoy por hoy no estaríamos en donde estamos; es decir, en la inmunda. O como me diría irónicamente un maestro en respuesta al estudio Tras la Excelencia Docente, “¿resulta ahora que los maestros somos los culpables de todo lo que está pasando?”. Pues culpables no, responsables únicos tampoco, pero corresponsables, sí; junto con la ciudadanía (que incluye a quien escribe) y otros variados actores que la Ley General de Educación claramente y desde hace más de 15 años ya se permitió establecer positivamente.
El caso es que no hay nada nuevo debajo del sol: la educación es importante para todos y más que importante, es algo que viene dándose desde que los humanos somos humanos y escolarmente, hace ya más de 150 años. En otras palabras, bien o mal, nos guste o no, somos fruto de la educación, entiéndase por esta lo que se entienda. ¿Pero si es clara e indiscutiblemente importante y es un tema más viejo que la moda de ir sentado al baño, por qué seguimos como ciudadanos al margen de la discusión? ¿Por qué continuamos comprendiendo la cosa a medias o someramente, asumiéndola como importante en automático y sin mayor conciencia? ¿Por qué seguimos votando por quienes poco o nada se comprometen concreta y técnicamente con esta?
Saramago creó en su Ensayo sobre la lucidez un mundo donde la gente, de buenas a primeras, le da por no votar. Imaginemos ahora un mundo colombiano donde los estudiantes, así de pronto, una mañana cualquiera y las subsiguientes, como en ósmosis colectiva, se levantan decididos a no ir a estudiar. “La razón queridos adultos padres de familia, hacedores de política, ministros, presidente y expresidente(s): ¡porque nos mamamos de su educación!” Resultado hipotético: colapso del sistema educativo; niños, niñas y jóvenes desparchados por doquier; superávit presupuestal pues no hay docentes ni directivos docentes a quien pagarle (a no ser que los sindicatos aleguen el asunto en contra pues la educación es un derecho así no haya a quién dárselo… de todo puede llegar a verse en tiempos de conmoción); propietarios de colegios privados estrato plus (en ejercicio de su derecho también) sin negocio ni renta que camuflar; y los colegios públicos, con todas sus buenas intenciones, sin a quién reclamar y echarle la culpa de tanto mal. Mejor dicho, el berenjenal caos.
Así que para no darle papaya a nuestra inquieta juventud, sobretodo la bogotana que cuando se alborota acaba con lo que encuentra, especialmente los servicios de transporte público, pongámonos pues pilas e identifiquemos candidatos a las alcaldías y las gobernaciones que por lo menos demuestren conocimiento del tema y transciendan el repertorio típico de “la educación es importante, será nuestra prioridad, tranquilos compatriotas que educación para todos hay… y gratis”.
Y así suene un poco a receta de cocina queridos conciudadanos, busquemos programas de gobierno que den por lo menos cuenta de estos seis aspectos: i) los avances y las brechas educativas en sus respectivas regiones; ii) interés por lo que se enseña y cómo se enseña; iii) acciones (no necesariamente coactivas) en pro de la calidad de los docentes y directivos docentes; iv) atención a una primera infancia que no sea solamente un asunto de alimentación sino también de cariño, acompañamiento y cuidado integral; v) aumento de cupos para el acceso a la educación superior; y vi) ampliación de la jornada escolar con elementos innovadores y atractivos para los estudiantes en el marco de sus contextos y expectativas sino particulares al menos sí grupales.
No saber o creer que no se sabe de educación no puede seguir siendo una excusa para votar des-programáticamente. En este sentido, esta columna es una excusa para que reflexionemos sobre el valor y las implicaciones de la educación en nuestras vidas, así como una oportunidad para ilustrar con la mayor sencillez que se me ocurre, algunos de los aspectos esenciales de la educación hoy en día. Igualmente y de manera un tanto más pretenciosa, estas palabras son una invitación a que ejerzamos nuestro derecho al voto consciente y en consecuencia con la urgencia del momento (guerra y postconflicto ojalá, desempleo y desencanto juvenil entre muchos otros factores de vital importancia social, económica y cultural para el país), que la educación, en un corto, mediano y largo plazo, confío plenamente en ello, nos puede ayudar profundamente a solucionar. De todos depende.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.- 130 lecturas