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“Yo no me gano dos millones de pesos”

Como María Isabel Acevedo Espitia, muchos docentes viven en situaciones salariales precarias que no les permiten su crecimiento profesional ni personal.

Abril 24, 2015

La paradoja de Colombia es querer ser el país más educado del 2025 con docentes mal pagados en el 2015. Como María Isabel Acevedo Espitia, muchos realizan mes a mes “gimnasia financiera” para tratar de estirar su sueldo a más no poder. Y la situación se torna particularmente injusta cuando se trata de profesionales con amplia formación académica que no ven en reflejada su bolsillo la gran inversión de tiempo y dinero que hicieron para crecer como maestros.

De acuerdo al estudio “Tras la excelencia docente” realizado por la Fundación Compartir: “los docentes públicos en Colombia devengan un salario mensual 18% inferior al que devengan profesionales en las ocupaciones mencionadas”. Una cifra injusta a primera vista, que no motiva a quienes ya eligieron esta profesión y a quienes quisieran serlo para más adelante. Y teniendo en cuenta además que no solo los docentes del sector público se ven afectados por la baja remuneración y que en muchos otros colegios y universidades las condiciones pueden ser iguales o peores.

¿Es posible que un docente pueda manifestar interés en mejorar su profesión si tiene problemas intentando mantener a su familia y garantizar su supervivencia? ¿Es justo que alguien con maestrías, doctorados, cursos de idiomas y becas tenga un sueldo similar al de una persona que solo es bachiller y que no tiene ni la mitad de la formación profesional? La respuesta a las dos preguntas es no. La satisfacción de los docentes con sus trabajos y condiciones laborales generará un efecto ‘bola de nieve’ muy positivo en el sistema. Y aun así, el sistema educativo de Colombia no parece entender dónde está la ‘palanca’ para mejorar el sistema educativo.

Ser docente es una tarea que requiere empeño, dedicación y pasión. Porque más que ser un trabajo de tiempo completo, diría yo que se trata de una labor de tiempo ‘repleto’. Implica quedarse hasta tarde calificando exámenes y trabajos, investigado sobre nuevos temas, organizar clases, leer a diario para no dejar de estar actualizado y lidiar con las diferentes personalidades de cientos de estudiantes que pasan por el aula.

No todos tienen la vocación ni el talento para este llamado, pero al ver la situación crítica de nuestros profesores, ni quienes tengan la vocación manifestarán interés y quizás preferirán irse a realizar otra profesión más “rentable”. En Finlandia, los docentes seleccionados son los mejores estudiantes. En Chile, se aprobó recientemente una nueva política nacional docente y se incrementarán los salarios de los profesores a partir del 2017. En Colombia, se incorporan nuevos índices de calidad, jornadas de excelencia académica y propuestas de mejora para los estándares educativos del país, pero las medidas para optimizar las condiciones laborales de los docentes se dejan de lado.

Adicionalmente, las actitudes del gobierno y el Estado continúan demeritando la labor de enseñar a través de medidas tan absurdas como descontar los días de salario por ejercer su derecho a protestar, lo cual solo refleja su visión obtusa y limitada de la educación. Si mi profesor no sabe cómo va a pagar su arriendo este mes, pues no podemos esperar que sea el más entusiasta ni apasionado a la hora de trabajar.

Y las peticiones van más allá, pues a lo que aspiran los docentes del distrito que protestan es en general, a mejorar sus condiciones salariales, de su afiliación al sistema de salud y a la forma en la que son evaluados.

La reforma educativa debe partir de la construcción de una política docente que le dé a este profesional el valor y prestigio que se merece. Para nadie es un secreto que ser docente en Colombia es sinónimo de pobreza, cuando en realidad debería ser lo contrario. Es uno de los oficios que más influencia tiene en la esfera social del país y de los que más genera huellas en los ciudadanos. La muestra está en lo mucho que recordamos a aquellos docentes que nos marcaron la infancia y adolescencia, ya sea por buenos o por malos. No sé ustedes, pero yo no recuerdo ni a un panadero o taxista favorito, pero sí puedo decirles con exactitud los nombres de los profesores de primaria y bachillerato a los que recuerdo con más cariño.

Un buen docente aporta más que conocimiento a la sociedad: trae consigo ciudadanos conscientes, apasionados, motivados, éticos y entusiastas por aprender y conocer más. Pero mientras se sigan desconociendo las virtudes de tener docentes bien preparados y felices con sus condiciones en sus cargos, la política educativa del país tendrá una pata floja. Los bajos sueldos y la situación de desigualdad de los docentes en Colombia, son una evidencia clara de la poca relevancia que se le da a la educación en el país. Y esto no se trata solo de los docentes: los estudiantes merecen una formación de alta calidad que solo es posible con condiciones equitativas y justas para todos en el aula.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Comunicadora social y periodista
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Jesús Samuel Orozco Tróchez
Gran Maestro Premio Compartir 2005
Senté las bases firmes para construir una nueva escuela rural donde antes solo había tierra árida y conocimientos perdidos.