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Bienvenida la vida
La inversión en educación es lo único que no se puede abandonar si queremos asegurar la paz y generar desarrollo económico y social.
Por alguna extraña razón todos los años, entre el 15 y el 31 de diciembre, entramos en un estado de locura, la locura del fin, y actuamos como si nos fuéramos a morir en esas fechas. Decidimos entonces que debemos dejar el trabajo listo, con instrucciones de uso, de búsqueda e interpretación, listado de aliados, mails de socios y, por supuesto, pasos a seguir para asegurar la continuidad de todo lo que iniciamos durante el año calendario que termina. Decidimos además que debemos reunirnos, darnos regalos - o en su defecto un abrazo -, brindar, comer, bailar y declarar, sin ninguna restricción, el afecto a todos los familiares, amigos y conocidos.
El primero de enero, como por arte de magia, todo entra en silencio y la velocidad de la vida se reduce de manera inmediata, haciéndonos creer que en realidad morimos durante las dos semanas anteriores, pues la calma y la tranquilidad que nos invaden solo puede asemejarse a la idea de estar muerto.
“Esperamos que este año se empiecen a entretejer inteligentemente tres palabras: paz, economía y educación. Paz, es la palabra que llena de orgullo y expectativas a Colombia. Economía, es la que llena de angustia e incertidumbre. Educación, es la que asegura la estabilidad de la paz y el desarrollo en el mediano plazo.”
No obstante, más rápido que tarde, todos (o al menos la mayoría) descubrimos que no estamos muertos y que debemos retomar nuestras actividades que, por supuesto, están intactas. Nadie las miró, nadie preguntó por ellas y nadie leyó nuestro manual de instrucciones. Obvio, todos estábamos ocupados en nuestra propia “muerte”.
Entramos entonces en otro estado. El de la locura del inicio, es el estado que antecede (¿y sucede?) a la muerte. Es decir, la locura de la vida. Ahora queremos continuar y recuperar las semanas perdidas. Nos invade el ánimo y el optimismo. Soñamos, volamos. No hay freno. Estamos viviendo.
Y para muchos colombianos, por el calendario político del país, este renacer de 2016 les implica retomar las actividades de aquellos que sí “murieron” el 31 de diciembre de 2015. Los nuevos alcaldes y gobernadores con sus equipos deben acceder al testamento de sus antecesores para recoger los últimos deseos de los que se van y dar vida a los sueños propios y a las promesas de campaña.
La responsabilidad de estos nuevos gobernantes es grande y esperamos que sepan anteponer los intereses del país a los personales. Es en las regiones donde se ejecuta y desde donde se hacen los verdaderos cambios. Es por esto que los colombianos esperamos que, sin desconocer los éxitos de los gobiernos anteriores, el 2016 sea el año que marque la diferencia.
“Ante la escasez, inteligencia. No repitamos el pasado. El único camino que no se puede obviar para construir la paz y asegurar el desarrollo, es el camino de la educación.”
Esperamos que este año se empiecen a entretejer inteligentemente tres palabras: paz, economía y educación. Paz, es la palabra que llena de orgullo y expectativas a Colombia. Economía, es la que llena de angustia e incertidumbre. Educación, es la que asegura la estabilidad de la paz y el desarrollo en el mediano plazo.
Esperamos entonces que nuestros alcaldes y gobernadores, en este momento de euforia, lleno de la adrenalina que genera el inicio de las cosas, sepan evaluar el pasado, proyectar el futuro y empezar a actuar en un presente caracterizado por una débil economía. Esperamos que no se asusten ante las vacas flacas y no pierdan el rumbo. Colombia no puede desperdiciar este momento histórico aunque exista un problema económico. Ante la escasez, inteligencia. No repitamos el pasado. El único camino que no se puede obviar para construir la paz y asegurar el desarrollo, es el camino de la educación.
Una nueva vida para todos los colombianos está comenzando en 2016. Sabemos qué hay que hacer como país. Sabemos qué hay que hacer con la educación. Esperamos temple al momento de tomar decisiones. No hay que dudar para decirle sí a la educación y no a las nóminas paralelas, a los gastos suntuarios, a los actos cotidianos que derrochan recursos valiosos para el país y a la inversión con bajo retorno económico y social. Educar a los colombianos con calidad es la única inversión que con certeza absoluta no traerá pérdidas.
“Esperamos temple al momento de tomar decisiones. No hay que dudar para decirle sí a la educación…”
Si la locura de la vida que traen los nuevos gobernantes viene galopando sobre la educación, démosles la bienvenida, ofrezcámosles nuestro apoyo y esperemos ansiosos la paz.
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