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Evaluación y convivencia: cuando el lápiz y el tono del profesor enseñan
La convivencia es uno de los grandes temas sobre los que la sociedad llama la atención al sector educativo
Lo anterior permite que nos convirtamos en constructores de currículo, estimula nuestra creatividad y honra nuestra profesión, pues apela al saber pedagógico y disciplinar para diseñar retos y situaciones difíciles –pero logrables por nuestros estudiantes–, y encontrar formas de retroalimentación significativa para ellos. Nuestro reto como docentes es verificar si las técnicas y estrategias pedagógicas que implementamos en distintos contextos conducen al aprendizaje real de nuestros estudiantes. Para esto, podemos reflexionar constantemente sobre lo que nos proponemos alcanzar –ocasionar ese aprendizaje– y lo que hacemos con ese fin. En la medida en que consigamos identificar aquello que efectivamente logra el desarrollo de nuestros estudiantes, alcanzamos nuestro desarrollo profesional, cualquiera que sea nuestro campo de acción.
Formas de evaluación diferentes a la individual y sumativa (veredicto al final del proceso de cada cual) pueden ser más acordes a esos principios, pueden promover el aprendizaje, enseñar a valorar las diferencias y fomentar la convivencia. Aprender las disciplinas, de la manera en que lo hacen quienes generan saberes trascendentes en ellas, quiere decir estar abierto a las ideas, a todas las ideas, por más que parezcan contrarias a la intuición o al saber convencional, y examinarlas de manera profunda todas, propias y ajenas, nuevas y viejas.
Para desarrollar esas actitudes y habilidades en los estudiantes y promover aprendizajes complejos, los profesores podemos recurrir a variadas maneras de evaluar. Por ejemplo, el profesor diseña y controla –sí, controla– un ambiente en el que los estudiantes puedan sopesar las respuestas o soluciones que otros estudiantes dan a un problema; valorar si sus compañeros formulan preguntas importantes, con claridad y precisión; estimar si la información que reúnen es relevante para el caso y si las ideas que usan para interpretar esa información son pertinentes. Un ambiente en el que puedan poner a prueba sus conclusiones y las de los otros sometiéndolas a criterios relevantes establecidos previamente entre todos. Uno en el que también puedan reconocer y proponer alternativas, evaluar sus consecuencias prácticas y en el que, de manera muy particular, puedan decidir si el medio que usan para comunicar sus ideas es efectivo. Es decir, diseñar y controlar un ambiente en el que la exploración, el diálogo –oral y escrito– y la retroalimentación sean constantes y estén centradas en el proceso de los estudiantes. Cuando esto pasa, ellos profundizan en temas complejos, aprenden a valorar las ideas de otros –incluyendo las del profesor– y comprueban cómo estas y aquellas ensanchan las propias y los obligan a ser flexibles para poder asimilar diversas perspectivas y elaborar comprensiones más sofisticadas.
El análisis crítico, el razonamiento a partir de evidencias, la argumentación sólida y la comunicación efectiva, ocurren y son necesarios en todas las áreas del conocimiento. Existen muchos tipos de productos, tanto materiales como conceptuales, que pueden verificar el desarrollo de dichas habilidades en nuestros estudiantes. debido a que la comunicación y el lenguaje son trasversales a todas esas áreas, la escritura de textos expositivos y argumentativos se convierte en una herramienta ideal y en uno de esos productos, uno muy especial, para comprobar los aprendizajes. Por estas razones tomé la producción textual como un ejemplo, entre muchos, para ver posibilidades de evaluación formativa que le aporten a la convivencia. En el recuadro el lector encontrará otras maneras de evaluar que, además de las anteriores, quizás les ayuden a construir una comunidad incluyente, fundada en el respeto a la dignidad humana.
Como allí se expone, para que los estudiantes se sientan motivados por los mecanismos de verificación del proceso, es decir por la evaluación, tienen que percibir que esta no es arbitraria. La retroalimentación significativa –de carácter formativo– implica comentar y valorar los textos de los estudiantes a partir de criterios claros que el estudiante conozca de antemano. de hecho, es muy deseable que él haya participado en su diseño. de esta forma el docente lo reconoce como un sujeto de derechos corresponsable de su proceso de aprendizaje.
*Fotografía: Pablo Andrés Carvajal
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