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¿Realmente somos una democracia participativa?
A pesar de la legislación, aún no somos realmente una democracia participativa, pues requerimos de unos ciudadanos capaces de participar activamente.
Hace 27 años, con la Constitución Política Nacional de 1991, Colombia se declaró como un país democrático y participativo: un Estado Social de Derecho. Reza en la Constitución que somos una “organización en forma de república unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista. Fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general.”
¿Esto qué significa? ¿En qué se hace tangible el ser una democracia participativa?
Desde el punto de vista legislativo, en una serie de mecanismos de participación ciudadana reglamentados inicialmente en la Ley 134 de 1994, y luego otras tantas para diferentes sectores que facilitan y promueven la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones. Es decir, se busca que las decisiones no sean tomadas exclusivamente por sus representantes (democracia representativa), sino con los ciudadanos. Un ejemplo de esto, es participar en la elaboración, ejecución y monitoreo de las políticas públicas.
En el ámbito escolar se promulgó la ley 115 de 1994 que dedica un capítulo a reglamentar el gobierno escolar, conformado por tres instancias: rector, consejo directivo y consejo académico, en el que participan todos los estamentos para tomar decisiones; también crea la figura del personero, un estudiante que representa al conjunto de estudiantes en las instancias de decisión, e instrumentos como el manual de convivencia. De forma complementaria, el Ministerio de Educación Nacional expide en el 2003 los estándares básicos de competencias ciudadanas para orientar a los colegios sobre cómo formar ciudadanos capaces de participar y construir en sana convivencia al ser analíticos, comprometidos, respetuosos de la diferencia, defensores del bien común.
A pesar de todo lo anterior, y reconociendo que sin duda debe hacer avances prácticos en la construcción de una democracia participativa, los retos aún son muy grandes. La legislación es apenas uno de los elementos. Acuñando los planteamientos de Antanas Mockus en relación con la cultura ciudadana, aún no hemos armonizado la ley, con la moral y la cultura. A pesar de la legislación aún no somos realmente una democracia participativa. Esta requiere también de unos ciudadanos capaces de participar activamente, lo que significa haber desarrollado esas capacidades para ser el ciudadano que esperamos.
Cuando nuestras aulas escolares y colegios estén organizados de manera que prevalece el trabajo colaborativo, los estudiantes aprenden con sus compañeros y el maestro es un orientador a partir de las capacidades de cada uno, en donde se respeta el ser, su creatividad y esencia, seremos capaces de ejercer la democracia participativa.
El reto que tenemos como sociedad desde la educación es fundamental para construir esta cultura. Es fundamental vivir la democracia participativa auténticamente desde el colegio como una de las estrategias para construir los hábitos de un ciudadano activo y comprometido: aprender haciendo.
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