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El mariposario que enamora a estudiantes, profesores y familias del colegio San Agustín
Este colegio de la localidad de Rafael Uribe Uribe cuenta con una huerta escolar en la cual se desarrollan proyectos académicos con sensibilidad hacia los animales y la naturaleza.
Dos oruguitas enamoradas pasan sus noches y madrugadas en uno de los colegios oficiales de la ciudad. Todo empezó hace casi 12 años, cuando al profe Álvaro Stiven Silva se le ocurrió la idea de construir un espacio verde y natural en la parte posterior del colegio San Agustín.
El gusto de este maestro por las huertas caseras, las terrazas verdes y los espacios naturales es herencia de su abuela paterna, quien siempre le recalcó la importancia de respetar y vivir en armonía con las plantas y los animales.
Un día, con ayuda de don Álvaro Silva, su padre, empezó este proyecto que ya lleva más de una década y que ha involucrado a cientos de estudiantes, a decenas de docentes y hasta familias enteras.
“Acá hay mucho esfuerzo de toda la comunidad educativa. Con el liderazgo del profe Álvaro Stiven y de su papá, hemos logrado levantar una huerta escolar que tiene como principal atractivo un mariposario”, nos cuenta Nayibe Rodríguez, docente de la institución.
El lugar es mágico. Como colinda con un salón de clases, el color verde de las plantas y los árboles decora las paredes y las rejas de esa zona del colegio. Es un espacio vivo en el que se respira naturaleza y que a diario es visitado por pájaros, insectos y hasta gatos.
La huerta, a su vez, se ha convertido en un espacio de aprendizaje. “Nosotros lo llamamos aulas vivas. Es un ambiente abierto de trabajo en el que los estudiantes encuentran distintas plantas y diversidad de animales como orugas, mariposas, colibrís o arañas. Ellos realizan trabajos de observación y lo relacionamos con lo visto en clase teórica”, añade la profesora Nayibe.
En ciencias naturales, por ejemplo, se empezó a desarrollar el proyecto ‘Adopta una mariposa’, que consiste en que cada niña o niño se lleva una oruga para su casa y, en compañía de su familia, observa el proceso de metamorfosis.
Para ello, los estudiantes deben tener claro las características de cada etapa, los cuidados que se deben tener y los tiempos de espera para que, finalmente, de la pupa salga una mariposa, que es liberada en algún parque o zona verde.
Para don Álvaro Silva, el papá del profe Álvaro Stiven, y quien va casi que todos los días a trabajar en la huerta, lo más satisfactorio de este proyecto es cómo lo han recibido cientos de estudiantes y el cambio de mentalidad y conciencia que están han tenido.
“Hemos notado un cambio en el comportamiento, en el respeto por la naturaleza, en empezar a apreciar a los animales, así sean los más pequeños. Los estudiantes del colegio nunca dañan un jardín y son muy sensibles con el tema. He visto como muchos lloran cuando liberan a una mariposa. Eso es muy gratificante”, expresa.
Por su parte, Cristian Velasco Bolaños, estudiante de grado quinto, indica que el proyecto ‘Adopta una mariposa’ puso a trabajar a su familia colectivamente porque todos se empezaron a sentir parte del proceso. “Siempre nos levantamos a ver avances o cómo estaba, primero la oruga y luego la pupa. Al final fuimos todos a liberarla y pasamos esa tarde juntos”.
Esto me lo cuenta mientras, en una casa ubicada al pie del colegio, suena la canción ‘Dos Oruguitas’ de la película ‘Encanto’. Por eso, esta historia debe terminar como empezó y como si fuera un presagio para los estudiantes de los colegios oficiales de Bogotá:
¡Ay mariposas!, no se aguanten más, hay que crecer aparte y volver, hacia adelante seguirás. Ya son milagros, rompiendo crisálidas, hay que volar, hay que encontrar, su propio futuro.
Imagen educacionbogota.edu.co
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