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En Bogotá, y sobre ruedas, andan los ‘Ángeles de luz’

En el colegio Rodrigo Lara Bonilla de Ciudad Bolívar, en la capital colombiana, el profe Martín y sus estudiantes invidentes demuestran a bordo de sus patines que la discapacidad no incapacita.

Septiembre 27, 2019

“¿Cómo va a poder patinar alguien que no ve?”. Ése fue el interrogante que el maestro Martín Forero debió responder a estudiantes, colegas, padres de familia y miles de incrédulos para demostrar que no existe limitación alguna que impida a un niño hacer todo lo que desee. En este caso, patinar.

Esa es la esencia de ‘Ángeles de Luz’, un grupo de patinaje de niñas y niños invidentes que, tres veces por semana, ruedan al sur de Bogotá para romper esquemas, aumentar la velocidad de sus sueños y demostrarle a la capital, a Colombia y al mundo que la discapacidad no incapacita, simplemente hace diferente la forma de percibir el mundo.

“Hay gente buena y gente mala, pero yo me quedo con la buena porque son ellas las que me animan a seguir adelante. La otra no entiende que las apariencias engañan”, dice Sandra Cañón, una de las estudiantes del profe Martín.

Una licra negra con franjas verdes, patines en línea y un casco que brilla con los destellos de la luz cuando va a gran velocidad son el uniforme de esta joven de 16 años que se desliza suavemente por entre los conos naranjas que, formando un ordenado zigzag, marcan la ruta de aquel grupo de patinadores, estudiantes del colegio Rodrigo Lara Bonilla, ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar.

Sandra se ve feliz, sonríe, no le afecta el hecho de ser invidente y mucho menos le asusta caerse, pues sabe bien que María José, la niña que está delante de ella y que toma con fuerza sus manos, son los ojos que le marcan el camino, son el sentido que le falta pero que nunca la ha hecho menos.

Transformaciones que alimentan el alma

“En este proceso nada ha sido fácil, pero todo ha valido la pena”, dice el profe Martín, el responsable de lograr que, desde hace 2 años, niños videntes e invidentes se encuentren en un mismo espacio para aprender unos de otros en una perfecta simbiosis que a la fecha transforma realidades en esta zona de Bogotá.

“La gran motivación es ver a los niños rodar. Ver cómo un niño invidente, que no ha tenido la oportunidad de practicar algún deporte o de hacer algo distinto, se mueve con soltura por la pista, es algo que no se puede describir. Llega en ceros y luego no sólo patina sin miedo, sino que también se convierte en una persona más independiente y más segura de sí misma, es algo hermoso”, comenta Martín.

Para este docente, Licenciado en Educación Física, buscar espacios incluyentes de aprendizaje siempre ha sido motor suficiente para apostarle al cambio, por eso cuando se enteró de las Iniciativas Ciudadanas de Transformación de Realidades (Incitar), una de las estrategias del más ambicioso proyecto de Educación para la Ciudadanía y la Convivencia que ha tenido Bogotá en los años anteriores, no dudó en inscribirse.

“Todas estos proyectos sensibilizan a la población bogotana frente a procesos necesarios de integración, y eso es muy valioso, pues a veces se nos olvida que todas y todos tenemos derecho a ser, a hacer, a compartir, a estar en todo lugar, a salir adelante”, dice el maestro.

 

“La Secretaría de Educación del Distrito, el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (Idrd), la escuela de patinaje ‘Hijos del Viento’ (de la que hacen parte los niños videntes que sirven de guía a los que no pueden ver), y los padres de familia han hecho posible esta iniciativa”, resalta el profe Martín, quien agrega que ya cuentan con estudiantes de otros colegios y con toda la dotación necesaria para que puedan practicar este deporte, por lo que su siguiente meta es conseguir una ruta que les haga más fácil el traslado a las clases que tienen lugar en el Rodrigo Lara Bonilla.

“Todos los niños son pequeños angelitos que están aprendiendo a volar, y en nuestro caso, estos chiquitos son los que desde su oscuridad nos dan esos destellos extra que a veces como adultos necesitamos para seguir adelante. Por eso es que esta familia se llama ‘Ángeles de Luz’”, explica con la voz entrecortada Martín.

En el año y medio que Sandra lleva rodando, lo que más le ha gustado es que ahora se siente una persona más independiente.

“Yo quiero ser una patinadora profesional, aquí hay gente que me anima y sé que puedo lograrlo”, dice Sandra mientras María José escucha atentamente y asiente con la cabeza.

Cuando a María José le preguntan qué es lo que más le gusta de trabajar con Sandra y ‘el combo’ de ‘Ángeles de Luz’, ella levanta las cejas y responde, “pues te puedo decir que ella me cae muy bien y patina chévere”, mientras con la mirada pregunta por qué los adultos complican lo que es tan sencillo: que la vida es más fácil cuando se ve con ojos de niño.


Fotos de Julio Barrera

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Comunicador social y periodista.
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