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La mujer que me enseñó la visión del mundo
Sor Tránsito la mujer que enseñó a Silvia Tcherassi la visión de un mundo global
Al abrir mi primer libro de lectura, en preescolar, vi el dibujo de lo que a mí me parecía un pato. Yo leía pato, y no oca, que era como estaba escrito, y de ahí no había quién me sacara. La única que se salió de sus casillas fue la madre superiora, Sor Tránsito, una española fina y distinguida, con ademanes de condesa. Recuerdo como si fuera hoy cuando con actitud de mando firme, me dijo: “En Colombia esto te puede parecer un pato, pero en España esto se llama oca, y en este colegio no enseñamos para las niñas de Colombia sino para ciudadanas del mundo”.
En ese entonces, la aldea global era sólo una predicción, y a mi padre, que siempre ha sido un estudioso de todo, siempre le oí decir que llegaría el día en que todos en el mundo viviríamos interconectados, sin necesidad de alambres, y que el famoso revoloteo de las mariposas en China se sentiría hasta en el Paseo Bolívar. Sor Tránsito, que como maestra también pensaba en el futuro, me preparó para ser una mujer con una visión global.
Después estudié diseño de interiores en la Universidad Autónoma y nunca me acordé de los triángulos isósceles que fueron tan difíciles para mí en el colegio, como todo lo relativo a las matemáticas. Pero allí estaban esos fantasmas, escondidos en los ejes de la escalera que se retuerce sobre sí misma para llegar al otro piso, o en la intricada asimetría del embaldosado de una piscina. Cuando diseñé mi colección Kubus para presentarla en Milán, me sumergí en el mundo de Charlotte Perriand, de Le Corbusier y la Bauhaus. Y ahí estaban otra vez mis aterradores duendes en las líneas paralelas, las cuadrículas y los rectángulos. Y pensar que yo los creía inútiles y que nunca más los volvería a ver.
Amo la asimetría, amo la arquitectura, amo las formas y, por sobre todo, amo el poder reconocerlas, manejarlas, manipularlas, bordarlas, coserlas. Hoy todavía no sé distinguir el pato de la oca ni sé cómo se llega a la constante pi, pero qué cuadrados de chifón he recortado, qué espirales de tul las que he hecho y cuántos cubos he creado, transformados en carteras de satín cuadriculado.
No sé dónde está sor Tránsito hoy, pero para ella va esta memoria: para la mujer que me enseñó la visión de un mundo global, sin imaginar que años más tarde estaría escribiendo estas notas desde mi iPhone, sentada en una playa cercana al castillo de Avignon, de donde ella parecía haber salido.
Silvia Tcherassi
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