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Mi profesor y mi profesora
Sin duda la enseñanza más importante dejada por un maestro fue la de creer en su propio trabajo, la de darle el lienzo de la seguridad envuelto en los matices de la creatividad, permitiéndole desarrollar ese ojo crítico con el que descubre de manera diferente su entorno.
El profesor que me dio seguridad
Mi profesor de pintura en el colegio era el señor Naranjo, un chileno muy amable y bien educado. Me decía: “Usted está haciendo aquí lo que otros artistas pintan en otros lugares del mundo”.
Un día colgó en el tablero, para que lo copiáramos, un dibujo acuarelado gris verdoso de un hombre desnudo, fornido y cuadrado, de espaldas, seguramente un autorretrato. Le pregunté si yo podría hacerlo más alto y más delgado y me dijo que sí, que claro que sí. Siempre me estimulaba diciendo que lo que pintaba le parecía magnífico.
La seguridad que me inculcó fue tanta que todavía perdura después de muchísimos años.
La profesora que me enseñó a ver
Años después, en estudios más avanzados, una profesora inglesa, Mrs. Ogleby me dio dos flores iguales. Una debía desbaratarla muy despacio, desprendiendo cuidadosamente pétalo por pétalo, observando sus estambres, pistilos, hojas y colores para comprender cómo estaba construida íntimamente. Cuando pinté la otra flor, parecía viva.
Consuelo Lago
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