Quehacer en el aula

Miguel y Fernando caminan por el pasillo del colegio, durante un segundo sus ojos se cruzan y una reflexión se suscita: ¿quién es? Saben de su función, se reconocen como parte del sistema, han estado juntos en el aula, pero ¿quién es?

No es novedad que los diferentes actores del hecho educativo han dejado de desarrollar esa conexión natural que se logra en cualquier sociedad en donde se pretende cooperar en función de un objetivo común, ahora se atiende únicamente a las necesidades inmediatas de cada uno de ellos: el enseñar o el aprender. Este se ve mayormente reflejado en el aula, un lugar que goza de múltiples sentidos, de múltiples interpretaciones.

Por definición se reconoce al aula como un lugar destinado al desarrollo de los procesos pedagógicos, un lugar de reunión para que el aprendizaje se convierta en hecho y se posibilite la producción de conocimiento. Pero, como lugar, en ocasiones ha despojado de su esencia al ejercicio educativo, es decir, del hecho mismo en que se enmarca el proceso de enseñanza-aprendizaje. De ahí que la cotidianidad se justifique desde la rutina y así mismo no se den los espacios en que se permita a Miguel y Fernando saber más allá que lo que se dice en el mismo pasillo en el que se encuentran.

Fernando ha enseñado, Miguel ¿ha aprendido?

Sin duda se puede afirmar que el aula es mucho más que lo dicho anteriormente: es también un lugar de múltiples posibilidades de interacción gracias a la pluralidad de composiciones culturales que allí convergen. En este sentido, es viable encontrar varios elementos que alimenten el proceso de enseñanza aprendizaje desde la experiencia misma.  

Mientras se otorgan un espacio en la memoria, profesor y estudiante permiten a la imaginación  plantear historias en se mente, juegan con la vida del otro y le dan un significado propio,  le dan nombre y referencias que jamás han sido suya.

Como se ha dicho son múltiples la relaciones que se pueden presentar en el aula, en este caso se revisará brevemente tres de ellas ya que se piensa que en ellas se condensa gran parte de las situaciones que acaecen, a saber, la relaciones profesor- estudiante, estudiante-estudiante y estudiante-entorno, entre otros.

En la primera relación se puede observar una correspondencia en el concepto de poder que ha ido cambiando con el tiempo y se ha modificado a partir de las demandas del contexto. Es por ello que la figura del profesor ha dejado de ser la de un ser supremo, que ostenta todos los conocimientos en sí, para ser el del guía, el que acompaña al estudiante en su proceso de comprensión de su realidad. 

Es natural pensar que en la práctica tal relación es meramente ideal ya que se encuentra viciada por factores como la ausencia  de significación del proceso, la carencia de motivación y en fin, todo un conjunto de factores que determinan el abandono y la desilusión. Es aquí en donde el docente debe buscar las herramientas que faciliten el mejoramiento de las relaciones y así garantizar el aprendizaje. Vale la pena aclarar que esto no excluye a los demás actores sino que les hace un llamado a la acción concreta ante tales dificultades.

La segunda relación descrita representa la cotidianidad de cada estudiante. Se puede asegurar que es ahí en donde cada uno de ellos consolida gran parte de los conocimientos adquiridos pues queda claro que la práctica se realiza por necesidad propia, por gusto y no por la necesidad del deber. Allí es donde se hace posible conseguir que se adhieran al estudiante los conocimientos enseñados y se pueda así dar un paso más allá, hacia la reflexión y la crítica. Nuevamente el papel del docente se hace fundamental ya que las dinámicas que presenta durante el ejercicio pedagógico pueden o no incentivar al estudiante a continuar por su propia cuenta la indagación en los conceptos dados. La didáctica se vuelve un factor de vital importancia durante el proceso de enseñanza- aprendizaje.

En la tercera relación descrita se presentan varios de los problemas más grandes que pueden afectar el hecho  educativo, a saber, las distracciones o las actividades mal enfocadas. En una época como la actual, en la que los medios de comunicación afectan de manera tangencial la forma en que las personas asimilan la realidad, se hace necesaria la reflexión sobre el papel que jugamos frente a este nuevo reto. Las redes sociales, los diversos canales de comunicación virtual pueden ser tanto un obstáculo como un apoyo en el aula de clase, por ello se hace necesario apropiarse de las tecnologías de la información a tal punto que con ellas se consiga una mayor adhesión de los estudiantes al proceso educativo, se hace necesaria la actualización de nuestros conocimientos sobre las tecnologías de la información a fin de alcanzar las expectativas de los estudiantes.

Como se puede notar, el aula que se propone aquí supera los límites creados por las relaciones de poder determinadas desde la institucionalidad y el orden académico para llegar a los espacios sociales, contextuales de cada individuo, volviendo, de esta manera, a la educación en una labor continua, constante.  

Para concluir, podemos llamar la atención en un concepto que puede favorecer la relación enseñanza-aprendizaje, e incluso complementarla a fin de conseguir el ideal fijado anteriormente: el compartir.

Cuando se enseña se da, se entrega algo sin la necesidad de esperar algo a cambio, pero cuando lo que se da se comparte, se incluye en este proceso parte de sí, un poco de cada uno con la esperanza de conseguir un acercamiento pleno, y así, la capacidad de usar el conocimiento adquirido en la cotidianidad, en la propia vida.

Felipe y Miguel continúan su andar pero algo ha cambiado en ellos, han dejado parte de sí en el otro y se preparan para recorrer juntos un nuevo camino, el de la sabiduría. Ya lo afirmó Kant: Sapere aude[1].

[1] Atrévete a saber.