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Quédate con la imagen ¡añoro las mil palabras!

La transición cada vez más acelerada al mundo digital ha creado la falsa impresión de que está decreciendo la importancia de la lectura ¡Nada más lejos de la realidad!

Abril 29, 2015

A un año de su muerte, la 28a Feria Internacional del Libro de Bogotá le rinde homenaje a Gabriel García Márquez con Macondo como país invitado y la etiqueta #MacondoSomosTodos. Caminando por el pabellón entendí que aunque la frase es acertada en el sentido de representarnos, quienes no han leído a Gabo están lejos de comprender su significado.

El montaje me encantó y lo recomiendo, pero no voy a tratar de describirlo; no tomé fotos; realmente no les puedo transmitir mi vivencia, como no pueden las magníficas ilustraciones de las citas, hechas para la ocasión, reemplazar la lectura de Cien Años de Soledad. Y es que gran parte del mérito de un escritor de la talla de García Márquez es ser capaz de generar en sus lectores, imaginarios que hoy podemos plasmar en mapas, recetas y transmedia, todo a partir del mero texto.

Como buena ciudadana del siglo XXI me atrapa la magia de los recursos multimedia y me seducen las intersecciones de los sentidos; pero hoy cuando me preguntaron el significado de lo que estaba viendo mientras contemplaba absorta el imán y la lupa de Melquíades pensé que la riqueza de la narración de Gabo se lleva por delante cualquier imagen y añoré sus palabras. Y más que explicarle al curioso transeúnte qué hacían allí esos objetos me provocaba leerle así fuera solo este fragmento de realismo mágico que le transformara el día.

Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. 'Las cosas tienen vida propia pregonaba el gitano con áspero acento, todo es cuestión de despertarles el ánima.’”1

Ni Macondo ni Gabo necesitan apología; la lectura sí. La transición cada vez más acelerada al mundo digital ha creado la falsa impresión de que está decreciendo la importancia de la lectura ¡Nada más lejos de la realidad! El ciberespacio es tan buen conducto como el papel para alojar poesía, cuentos y novelas. En últimas el medio es irrelevante. Hay quienes prefieren leer en la pantalla, quienes escuchan audiolibros, y quienes optan por el papel. Lo clave aquí es el gusto por las historias de un buen autor.

No tengo duda de que los nuevos medios tienen la capacidad de potenciar el aprendizaje de conceptos para los que un texto se queda corto; que una simulación permite comprender a más temprana edad lo que antes solo era posible después de alfabetizar. Eso será objeto de un futuro escrito. Lo que no debemos es dejar que esta idea correcta sobre la didáctica nos robe el placer que brinda la literatura ni le reste importancia al poder que tiene la palabra escrita para despertar la imaginación.

Sir Ken Robinson, líder mundial en innovación educativa, define la imaginación como la habilidad de traer a la mente cosas que no están presentes para nuestros sentidos y afirma que, como don primario de la conciencia humana, la imaginación nos permite salir del aquí y el ahora, evocar el pasado, ponernos en los zapatos de los otros y anticipar muchos futuros posibles2. La lectura suscita la formación intelectual de esas imágenes que nacen de la interpretación propia del texto. Crearlas y recrearlas en nuestra mente produce una sensación imposible de imitar mirando las imágenes que el mismo escrito origina en otros. Más allá del regocijo que nos produce, fantasear abre las puertas a la comprensión y da pie a la creatividad que es a su vez la fuente de la innovación.

Leer no es el único camino; quien escribe imaginó primero y puso el idioma a su servicio, al pintar con palabras su visión, para el deleite de sus lectores. Podemos imaginar sonidos; podemos imaginar olores. La magia del lenguaje está en trascender los sentidos y meterse en la cabeza de otros para a partir de símbolos simples transmitir sensaciones complejas. Esto hace de la lectura uno de los mejores aliados para coadyuvar la innovación.

Cierro parafraseando a Melquíades, con una invitación a descubrir las imágenes atrapadas en cientos de miles de palabras: los libros tienen vida propia, todo es cuestión de leerlos para despertarles el ánima.

 

 

 


[1] García Márquez, Gabriel: Cien Años de Soledad
[2] Robinson, Ken: Out of our minds: learning to be creative. Chichester: John Wiley & Sons, 2011.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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María Del Rosario Cubides Reyes
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