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¿Quién tira la carreta: la educación o la economía?

La educación para la sociedad digital debe obedecer a las demandas sociales y no estar determinada por las demandas de la economía solamente

Agosto 13, 2015

“Si no sabemos hacia dónde vamos, terminaremos en cualquier otro lugar.”
Yogi Berra[1]

Amanece agosto y se anuncia que los países de América Latina y el Caribe (ALC) ya tienen un plan para abordar la sociedad digital más allá del 2015. El plan se titula “La nueva revolución digital: de la Internet del consumo a la Internet de la producción”[2]. Luego de su discusión y aprobación en la Quinta Conferencia Ministerial sobre la Sociedad de la Información de ALC de México se ha constituido en el insumo regional para el proceso mundial de revisión de resultados y de creación de un nuevo acuerdo en el marco de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, programado por la Asamblea General de las Naciones Unidas para finales de 2015.

Es pertinente analizar el papel que la educación puede tener en un plan con este alcance. Veamos.

Se trata de un bien documentado trabajo, con copiosa cantidad de indicadores y de buenas fuentes. Fundamentalmente economistas y tecnólogos, presentan las tendencias que destacan en el campo de lo digital y su impacto en la economía de la región. Con base en esos argumentos señalan la Internet de la producción como la ruta recomendable. Se indica que es un salto adelante con respecto a la Internet del consumo en la que estamos inmersos mundialmente en estos momentos.

Se afirma que la economía mundial es una economía digital porque los índices de difusión de las tecnologías digitales son altos (suscriptores de telefonía móvil, usuarios de Internet, suscriptores de banda ancha, volumen de tráfico IP, aplicaciones descargadas) y las cuotas del componente digital de los flujos globales de bienes, servicios, datos y comunicaciones han experimentado un crecimiento significativo. Se despierta el optimismo pues la penetración de Internet en América Latina y el Caribe aumentó un 142% entre 2006 y 2014, entre otros factores destacados.

Se afirma que la economía mundial es una economía digital porque los índices de difusión de las tecnologías digitales son altos y las cuotas del componente digital de los flujos globales de bienes, servicios, datos y comunicaciones han experimentado un crecimiento significativo.

El entusiasmo global se justifica con un par de argumentos que lucen algo tautológicos. Uno es la correlación positiva entre las capacidades de un país para desarrollar la economía digital, medidas por el índice de disponibilidad de red (Networked Readiness Index) del Foro Económico Mundial, y su ingreso per cápita. Eres digital si tienes buenas redes.

El otro es que en las economías avanzadas, la contribución de Internet mediante sus efectos en la inversión privada y el gasto público es más significativa debido a una mayor adopción tecnológica por las empresas y los gobiernos. A mayor incorporación de tecnología digital en empresas y gobierno más avanzada es la economía de un país.

Ya por acá son inquietantes las preguntas que surgen. ¿Una economía digital atiende los desequilibrios y las desigualdades que se conoce existen en el modelo económico actual? ¿Los problemas se “digitalizan” o se resuelven? ¿Deben los países con las economías menos avanzadas moverse hacia los patrones existentes en aquellos de economía avanzada?

¿Una economía digital está atendiendo los desequilibrios y las desigualdades que se conoce existen en el modelo económico actual? ¿Los problemas se “digitalizan” o se resuelven?

Las preguntas puestas en el plano de la educación: ¿Qué tipo de ciudadanía se requiere para que estos giros tecnológicos se pongan al servicio de la población y no se desvíen a sostener algunos indicadores económicos o tecnológicos? ¿Qué tipo de educación deben impulsar los gobiernos, comunidades, familias, empresarios, docentes, instituciones educativas y ONG para que en una revolución digital no se reproduzcan o aumenten los problemas de exclusión que se viven actualmente?

Las respuestas parecen estar más allá de la inversión en infraestructura  y servicios. Sigamos buscando.

Aparecen múltiples datos sobre el acceso y el consumo digitales que se usan para proyectar las líneas de trabajo que se recomiendan. Muchos indicadores de penetración de servicios de Internet, banda ancha, costos, la Internet de las cosas, la Internet industrial, la nube, entre otros. Más desigualdades en medio de unas pocas buenas tendencias.

Sobre educación nada en este capítulo II.

En el capítulo final se señalan algunos debates de políticas sobre los cuales urge que los países sean más proactivos. Y uno piensa que ahora sí viene la educación. Y se equivoca. Los debates, relevantes todos, son sobre la regulación, estándares, neutralidad de la red, gobernanza de Internet y el combate a la ciberdelincuencia.

Queda uno convencido de que el tema educación es de bajo relieve en este estudio con las implicaciones que eso conlleva para la calidad de la economía digital que se promueve. Fundadas reservas surgen sobre si, así presentado, debemos aceptar ese inevitable futuro. Muchas de la desigualdades y desequilibrios que se registran en ese trabajo se pueden atacar con una audaz e integral estrategia hacia la educación de la ciudadanía. Y dentro de la definición de ciudadanía reconocemos a docentes, empresarios, aprendices, funcionarios públicos, empleados y miembros de comunidades. Se trata de la correspondiente ciudadanía dígital, forjada a lo largo de toda la vida dentro de los diversos ámbitos en donde se desempeñan las personas.

¿Qué tipo de ciudadanía se requiere para que estos giros tecnológicos se pongan al servicio de la población y no se desvíen a sostener algunos indicadores económicos o tecnológicos? Se trata de la correspondiente ciudadanía dígital, forjada a lo largo de toda la vida dentro de los diversos ámbitos en donde se desempeñan las personas.

Sin embargo, un amigo oportuno de la Asociación Interamericana de Empresas de Telecomunicaciones (ASIET) me refirió a una publicación que de alguna manera proporciona insumos al citado documento de la CEPAL. Algún destello de luz cae bien en estas lides y se agradece. El texto en cuestión es “El ecosistema y la economía digital en América Latina”, de Raul Katz[3], lanzado un par de días después de la presentación de la propuesta de la CEPAL.

El autor y su equipo de trabajo destacan la importancia de comprender el ecosistema digital para disponer de una base empírica que apuntale políticas públicas que contribuyan al desarrollo económico. Sí, la economía es su norte. Pero acá sí le dedican una sección a la educación: “Resolviendo la brecha de capital humano”. Cuatro páginas (de 399) es algo y vale destacar que admiten que es un problema más complejo que el de infraestructura.

La solución que presentan a la brecha la concentran en dos frentes. Uno es el de producir mayor cantidad de graduados en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (disciplinas STEM por sus siglas en inglés) para poder atender el despliegue en infraestructura que se avecina. El segundo es la necesidad de trabajadores que se desempeñen cabalmente en ambientes de innovación digital. En sus propios términos ratifican que hay una brecha estructural entre el aparato productivo y la producción de un sistema educativo que no genera la mano de obra necesaria. Más economía.

En síntesis, si nos seguimos moviendo por este tipo de indicadores, sin involucrar a la ciudadanía digital, llegaremos a cualquier otro lugar.

 


[1] Jugador, coach y manager de beisbol. Miembro del Salón de la Fama de este deporte. baseballhall.org/hof/berra-yogi. También famoso por sus aforismos, conocidos como “yogismos”.

[2] Documento preparado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) para la Quinta Conferencia Ministerial sobre la Sociedad de la Información de América Latina y el Caribe, que se celebró en Ciudad de México del 5 al 7 de agosto de 2015.

[3] Editado por Fundación Telefónica, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Banco de Desarrollo de América Latina y Centro de Estudios de Telecomunicaciones de América Latina.

www.fundaciontelefonica.com o cet.la/blog/course/libro-el-ecosistema-y-la-economia-digital-en-america-latina

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Docente-investigador de la Universidad Central de Venezuela
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