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Encuentro con artistas maestros: Beatriz González

La maestra relata el proceso creativo que la condujo a la realización de su obra ‘Los Columbarios en el Cementerio Central de Bogotá’. 

Enero 27, 2016

Beatriz González, artista santandereana, ha vivido gran parte de su vida en Bogotá, donde estudió Bellas artes en la Universidad de Los Andes. Sus obras, premiadas en salones nacionales e internacionales, abrieron un camino propio y hacen ya parte de nuestro imaginario artístico nacional.

En Noviembre de 2009, la maestra Beatriz González les contó a los estudiantes de 10º  y 11º Colegio República Bolivariana de Venezuela el proceso creativo que la condujo a la realización de su obra Los Columbarios en el Cementerio Central de Bogotá.

Se contempla… se conciben ideas

“¡Ha nacido una artista, ha nacido una artista!”

Yo soy de Bucaramanga, soy una artista regional, podemos decir: de provincia…. Cuando era niña jugaba con mis hermanos que eran muy inteligentes, pero mi juego favorito fue siempre hacer casitas; yo hacía casitas por todas partes. Cuando estaba en quinto de primaria, una profesora, una monja (eran monjas suizas), cogió un día un dibujo de una mandarina que yo había hecho, lo alzó frente a la clase y dijo: ‘¡Ha nacido un artista, ha nacido un artista!’. Pero les tengo que confesar que hasta primero de bachillerato no me importaba mucho el colegio; ese año encontré una carta de mi mamá que decía: ‘Beatriz perdió aritmética y geometría, menos mal que no le importa, con eso no sufre’. Mi mamá era muy hedonista y le interesaba que uno no sufriera.

En segundo de bachillerato me pusieron a hacer una tarea sobre Cristóbal Colón y me apasioné por la historia; me pareció que era lo máximo. Cuando llegué a tercero, me volví la mejor de la clase en matemáticas y en álgebra… En el bachillerato también me iba muy bien en geografía por los mapas y pasaba todas las materias por los dibujos que hacía.

Los Maestros

El primer maestro que tuve que me alentó mucho a dedicarme a la pintura fue Antonio Roda, a quien aprecié muchísimo”, dice Beatriz, cuando le preguntamos acerca de su decisión de estudiar arte. “También Martha Traba, que fue la profesora de historia del arte que me enseñó que los artistas no sólo producen cosas, sino que también saben mucha historia.

¿Un artista que me haya dejado una huella? Yo creo que Rembrandt, porque tiene una obra que a mí me conmovió mucho: El hijo pródigo. Quizás se pregunten: ¿El hijo pródigo? ¿Qué tiene de especial un muchacho que se voló de la casa y le viene a pedir perdón al papá? Es un grabadito pequeño en el que está el papá abrazando al muchacho, que aparece de espaldas… ¡pero es que el momento de las dos figuras fundidas lo capta Rembrandt con tal expresión! Hoy en día cuando trabajo, sobre todo en figuras de desplazados, todas sacadas de la fotografía, quiero también que quede la emoción del momento; eso es lo que quiero.

¿Cómo surge la idea de hacer la obra Los Columbarios en el Cementerio Central?

Yo me he inspirado desde hace muchos años en las imágenes de prensa, no pinto directamente cosas que veo y que me llaman la atención, sino que me fijo, retomo y me gusta trabajar a partir de la reportería gráfica. Tengo una enorme colección de fotografías publicadas en la prensa, a partir de las cuales voy creando, voy haciendo mi trabajo. Toda la obra que he hecho a partir del 63 o 64 ya no parte de trabajar la pintura con modelo. Desde que estaba en la universidad, me había dado cuenta de que tenía que partir de la obra de otra persona y con el tiempo encontré que la reportería gráfica, o sea las ilustraciones y las fotos que salen en los periódicos, era mi inspiración.

Pero, ¿cómo llegué en 2008 y 2009 a realizar en un cementerio abandonado la obra Los Columbarios?”. Nos explica Beatriz: “¿Ustedes saben qué quiere decir ‘columbarios’? Yo busqué en el diccionario qué quería decir y encontré que este es un término que viene del italiano. En italiano, ‘colomba’ quiere decir paloma. ¿Ustedes han visto dónde se guardan las palomas? En unas casitas de madera con huequitos. Los columbarios son entonces ese tipo de construcción. Los antiguos romanos fueron los primeros que guardaron sus muertos, o las cenizas de los muertos, en unas construcciones como columbarios, como palomares. Los columbarios de Bogotá se construyeron alrededor de 1920 en los predios del Cementerio Central, para que la gente que no pertenecía a la Historia (con mayúscula) pudiera guardar sus muertos.

Los columbarios del Cementerio Central eran seis inicialmente. Hay fotos donde se ven los seis y se aprecia su valor arquitectónico; muy proporcionado, muy bonitos como construcción; después sigue el Cementerio Histórico, donde están enterrados los presidentes y otra gente ilustre. Más arriba se ve el Cementerio Británico. Los columbarios eran el cementerio de los pobres.

Antes de retirarse de la Alcaldía, el alcalde Mockus hizo escribir el letrero: La Vida es Sagrada, La Vida es Sagrada, repetidamente a lo largo de los muros que rodean el cementerio, como todos vimos al pasar por ahí. En este mismo lugar había también otra obra con una rosa que hizo el artista Victor Legnelet, que se llama “Podemos”. En el 2005 todavía había muertos en este cementerio y en las fotos que tomamos se ve que hay unas lápidas que están aún cerradas, pero a finales de ese año la Alcaldía de Bogotá decidió desocupar los columbarios de restos humanos.

La primera inquietud

¿Qué es lo que pasó? ¿Por qué se me ocurrió hacer una obra en un sitio tan poco amable como el cementerio? ¿Por qué me surgió esa inquietud de hacer una obra allí?

Doris Salcedo (una artista colombiana muy importante, que hace poco hizo una grieta en el museo TATE Modern de Londres) y yo, nos enteramos un día que iban a tumbar esta parte del cementerio y decidimos que no podíamos aceptar que tranquilamente lo demolieran. Luego supimos que la Alcaldía había tumbado los dos columbarios de los extremos y ya no podíamos hacer nada. Había “una conspiración contra la memoria”, fundada en que los huecos de los columbarios los habían dejado vacíos; no habían dejado volver a enterrar a nadie ni a tener ceremonias de entierro ahí. Pensamos: ¿Por qué los desocuparon? ¿Para qué? ¿Cuál es la razón? ¡Tumbarlos! La Alcaldía quería hacer una cancha de fútbol y una pista de patinaje.

Doris, muy intrigada por la memoria colectiva, que es algo por lo que nos preocupamos los artistas de ahora, decía que los columbarios merecían ser conservados por su belleza arquitectónica. Además, la actividad que se había desarrollado allí había hecho de éste un espacio sagrado, así como el de las iglesias, que son sitios ceremoniales cualquiera que sea el rito. A los columbarios iban las personas, limpiaban la lápida, llevaban flores, cambiaban el agua, rezaban, mencionaban los nombres de los difuntos y les contaban sus problemas a sus muertos. Era de verdad un sitio ceremonial que estaba por acabarse.

A Doris le habían aprobado un proyecto en la Alcaldía, que consistía en que cada dos años un artista hiciera una obra en la ciudad (proyecto que ya no existe). Una noche yo pasaba frente al cementerio y se me ocurrió una obra para presentarle a la Alcaldía: algo así como que podía cerrar todos los huequitos de los columbarios con lápidas con una imagen particular diseñada por mí. Sería un trabajo grandísimo.

Los columbarios estaban en un estado espantoso. Ustedes no se pueden  imaginar lo que sentí cuando llegue allí, después de que le propuse hacer esta obra a la Alcaldía, y vi el estado en que se encontraban los edificios. Estaban cayéndose, todos deteriorados y llenos de mugre; las palomas mismas habían dañado muchas cosas. La Alcaldía decidió que iba a apoyarme y que iba a limpiar eso (no a restaurarlo, porque todavía no se había pensado en la restauración).

Material original.

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Invitó a sus estudiantes a armar pieza por pieza un rompecabezas mental cuya imagen final dejaba ver la realidad del país.