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Encuentro con artistas maestros: Carlos Reyes

Este exponente del arte boyacense cuenta su motivación inicial, su inspiración actual y su carrera en el mundo de los lienzos, la cerámica y los dibujos.

Enero 24, 2016

Carlos Reyes, maestro licenciado en Artes Plásticas de la Universidad de la Sabana, trabaja en su taller particular como pintor, dibujante, ceramista y grabador. En este mismo espacio también ha ofrecido cursos de pintura y cerámica. Su obra le da identidad y valor cultural al municipio. 

En mayo de 2008, el maestro Carlos Reyes acogió en su casa-taller de Tibirita, Boyacá, a la maestra de Artes Gina Alexandra Velázquez y a sus estudiantes del Colegio República Bolivariana de Venezuela, para mostrarles su obra y contarles cómo fue su proceso creativo y de adaptación a un entorno ajeno al arte.

Se contemplan y conciben ideas en un contexto

De niño una maestra me motivó a pintar

Toda la vida he vivido en Tibirita, nací aquí y mis padres, mis abuelos, y todos mis ancestros también. Mi bisabuela era de Tenza, una población boyacense cerca  de aquí, al oriente del municipio. Este pueblo está ubicado al Noreste de Cundinamarca, tiene una temperatura promedio entre 18 y 20 grados y una población cercana a los 3.000 habitantes.

De niño jugaba a la guerra, a la lleva o al baloncesto. En este pueblo no se conocía el fútbol, aunque le dábamos puntapié a una pelota y la elevábamos. Jugábamos con el trompo, el pite, el curruncho (Adivinar qué tantos palos tiene uno en la mano). Jugábamos a la guerra. Para el niño la guerra no es muerte, es quedarse dormido un momentico y volver a levantarse.

Pintar es para mí un oficio que apareció desde los siete años cuando una profesora me puso el trabajo de pintar un paisaje, me gustó y de ahí nació mi afición. No era una afición muy intensa, sencillamente era un muchacho que cumplía las tareas y le encontraba un gusto. Encontré que tenía facilidades para desarrollar la habilidad de plasmar lo que veía y de interpretar las proporciones de los objetos, de los animales y de los seres humanos… como una cosa innata, sin recibir orientación o cosas por el estilo. Como dicen por acá: a ojímetro.

Quería ser artista

Iba al seminario. Allí había unas clases de dibujo y creí que encontraría un profesional que lo iba a orientar a uno pero no, sencillamente encontré un profesor. Todavía recuerdo que allá había unas láminas del pintor español Emilio Freixas. Estas venían en paquetes de a doce que uno compraba y copiaba en un cuaderno de dibujo, ahí encontré ciertas facilidades y el manejo de proporciones. Pero era un dibujo sólo en blanco y negro, no había manejo de color ni de técnicas, es decir del óleo, la acuarela o la plumilla. Quizás intuitivamente uno va adquiriendo cierta habilidad.

Mi inclinación era el sacerdocio, mi papá quería que yo fuera cura, desafortunadamente por dedicarme a las cosas del arte y empezar a tener encargos de paisajes y pinturas me salí del seminario y vine aquí al pueblo para dedicarme a la pedagogía sin tener conocimiento. Cuando salí del seminario duré tres años trabajando como profesor en un colegio.

Estudios universitarios

Vi que si uno no sabe de pedagogía se siente el temor de quedarse sin cargo, sin puesto, y tuve la necesidad de ir a prepararme. Me fui a estudiar Artes Plásticas sin el consentimiento de mis padres. Me gustaba y quería ser artista, pero mis padres no querían que yo lo fuera. Ellos querían que fuera un matemático o un físico. No me hubiera costado mucho pues siempre se me facilitó la matemática, pero quería ser artista. Me presenté a la Universidad de la Sabana, hice el examen de admisión y la entrevista y pasé sin recursos de ninguna clase. En ese momento lo importante para mí era estar inscrito en primer semestre. Después, con mucha dificultad saqué un préstamo en el ICETEX para pagar la carrera.

Empecé a estudiar arte. En Bogotá viví en un cuartico de tres por dos metros donde no había luz natural. Tenía que trabajar con luz de bombillo. Trabajaba más o menos dieciocho horas porque tenía que conseguirme el sustento pagar el arriendo, la alimentación, el transporte y parte de la universidad. Pero ¿Qué me daba la universidad? La universidad me dio un título de Licenciatura para dedicarme a la enseñanza. El decano nos dijo: “Yo quiero que sean artistas y a la vez pedagogos. Si no les va bien como artistas por lo menos no se van a morir de hambre, se dedican a la pedagogía”. Me daba también unas técnicas artísticas, conocimientos teóricos de filosofía, psicología y teoría del color. El resto corrió por mi cuenta, fue por gusto propio, es decir como respuesta a la pregunta: ¿Qué voy a pintar?

Me inspiro en lo que vivo

Lo que hago es parte de lo que he vivido. Mi trabajo ha tenido mucho que ver con el paisaje de la región y con la actividad de la gente. Vivo de eso porque fui un niño campesino. Plasmo las actividades del campo, cosa que no hace un pintor moderno. Hoy día pinto obras que van apareciendo en la imaginación: Hay momentos cuando trabajo un tipo de figuras. Otros, cuando uno se dedica sólo a los paisajes o a los bodegones. A veces uno empieza a crear obras que se quedan en diseños sin plasmar.

Además creo relación entre muchas cosas, por ejemplo entre lo natural y la figura humana, como el caso de la pera que está sin terminar. Quiero mostrarla como si estuviera puesta en el muestrario de una carnicería, colgada en un gancho. El ser humano, la mujer en este caso, se ha vuelto un objeto comercial, se vende como si fuera una cosa. Se perdió la parte que dignifica al ser humano.

Material original.

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Rubén Darío Cárdenas
Gran Rector Premio Compartir 2016
Concibo al maestro como la encarnación del modelo de ser humano de una sociedad mejor. Él encarna todos los valores que quisiera ver reflejados en una mejor sociedad.