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Encuentro con artistas maestros: Vladimir Rodríguez

Una charla con el fundador de la compañía Cortocinesis de Bogotá, quien relata su proceso creador desde las intuiciones infantiles remotas.

Febrero 3, 2016

Coreógrafo innovador y bailarín de danza contemporánea, graduado en Artes Escénicas con énfasis en Danza Contemporánea, en la Academia Superior de Artes de Bogotá, ASAB. Después de haber pertenecido varios años al grupo de danza folclórica de la Universidad Nacional, fundó y dirige la compañía Cortocinesis de Bogotá, con la que ganó en el 2005 la Beca de Creación de Danza Contemporánea del Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá por su obra La mesa.

El 29 de Abril de 2008, en el estudio del artista, sostuvimos una charla con él alrededor de su proceso creador, desde las intuiciones infantiles remotas; del contexto en el que fue identificando su vocación de bailarín y de coreógrafo; de la proyección educativa y cultural que a su modo de ver tienen la danza. Editamos aquí esta maravillosa conversación que da valiosas herramientas formativas y pedagógicas a los maestros de danza.

Se contempla… se conciben ideas

"Era muy difícil saber lo que yo quería hacer"

Cuando niño no tenía ningún fermento evidente relacionado con lo que terminé haciendo, es decir, nunca fui un niño bailarín ni nada de eso, pero sí tenía mucha disposición a moverme, era muy inquieto. Me gustaba trepar cosas, saltar, correr. Tenía cierta necesidad de detonar energía, y esa podía ser una característica que ahora puedo detectar al verme en retrospectiva. Originalmente mi mamá, que es docente, me decía que era muy difícil deducir lo que yo quería hacer.

Hice de todo un poco. Fui un futbolista dedicado y en el deporte me empecé a dar cuenta  que había cosas que me gustaban más que otras; me gustaba ser arquero, quería tapar, porque tenía destrezas muy específicas: podías volar por los aires y alargar el cuerpo. Ya en la adolescencia cuando jugaba voleibol, me gustaba saltar y toda la sensación de suspensión. Los compañeros me decían “usted se ve muy bien cuando juega esto. ¡Lástima que sea tan malo!”… pero en la imagen yo tenía mucho estilo.

Fui un cultor de todo tipo de lenguajes del comic, de la manga…. De pequeño dibujé cantidades, especialmente cuerpos, y trataba de hacerlos en movimiento, que no es fácil. Era aficionado a Mazinger Z, como todo el mundo. Aprendí muchísimo de ese dibujo, procuraba imitarlo en el papel con gran imaginario mío, siempre con cuerpos en movimiento... Eran batallas, saltos….  en esos dibujos la corporeidad tenía resonancia para mí…

Cuando salí de la escuela, estudié en el Instituto Técnico Francisco José de Caldas. Salí con el título de dibujante técnico y quise seguir estudiando diseño gráfico. Además me gustaba trabajar la mano de obra dura, que también forma al técnico: fundición, mecánica, carpintería.

Me sorprendo… las primeras coreografías

Me presenté entonces a Diseño Gráfico de la Universidad Nacional y no pasé. Mientras me volvía a presentar entré a Educación Física a la Universidad Pedagógica. Entré por el voleibol, toda la vida no me iba a quedar de jugador de voleibol, pero nunca me presioné a ir a donde no quería. Allá recibí una sorpresa: Efectivamente yo tenía una sensibilización hacia la corporeidad muy fuerte; lograba trabajos inductivos supremamente elaborados. En el área de cinestesia, estudio del movimiento, descubrí que tenía mucha perceptividad para ese tipo de trabajo. Entendí rápidamente discursos más de talla reflexiva e investigativa que deportiva. En el Área de Danza empecé a proponer los primeros ejercicios creativos. Hice mis primeras coreografías a los 17 años.

Soy un imitador dedicado, admirador de Michael Jackson, de James Brown, del hip hop. La imitación es una de las primeras etapas de un bailarín. A los niños en la escuela les dicen que no imiten, pero a mí me parece que está bien que imiten. Me vestía como Michael Jackson y me deslizaba, me fascinaba, no sin darme cuenta que en este tipo de danza hay un factor de consumo, de comercialización. Me di cuenta que tengo ciertas habilidades; que desarrollo este tipo de cosas a cierta velocidad.

El baile por el baile mismo

En esa época yo tenía un apetito por la rumba, así… abierto. No sabía cómo explicar que me iba a la rumba, no para tomar, lo que me gustaba era irme a bailar; era un momento de liberación y en ese momento de desinhibición de la danza me daba cuenta que podía hacer cosas que no sabía que podía hacer…que no eran del cotidiano.

Empecé con los primeros trabajos, conformamos un trío con Ángela Bello y Olga Lucia Cruz, era un trabajo de imitación de Michael Jackson, entonces nos vestimos, hicimos la coreografía, y cogíamos los videos y los calcábamos, sólo faltaba el papel mantequilla. La presentamos en la Universidad, y coincidimos con Miguel Ortega, otro compañero que era bailarín de hip hop, un muchacho con una creatividad bien particular. Él ahora hace danza contemporánea en Francia, baila con la compañía de Paul Frenak, que es un coreógrafo húngaro.

¡Quería bailar!

Estando en esto de hacer los primeros proyectos, de asumirme como coreógrafo, logré el traslado de carreras y después de cuatro semestres en filosofía, me fui a Diseño.  Había desarrollado ya muchas cosas a nivel corporal y había tenido formación intelectual gracias a la filosofía. Ya tenía un buen discurso sobre el derecho a elegir mi vida.

Con Ángela Bello y Olga Lucia Cruz seguíamos iniciando proyectos juntos, porque me tenían fe, aunque no fuera bailarín. Entonces, abandoné una cantidad de materias y empecé a dedicarme sólo a las que me interesaban, y al folclor, y a la danza contemporánea…. ¡No quería ser diseñador gráfico; quería bailar!

En la universidad conocí la danza contemporánea. Norma Suárez, una bailarina mexicana que estaba en la Universidad Nacional, junto con un grupo estudiantil fundó Danza Común, un grupo hoy independiente, que significó el primer acceso a los coreógrafos de los ochenta y a los que estaban iniciando todo ese discurso de la danza contemporánea, en un comienzo bastante empírico, pero con una convicción profunda empezaron a tener escuelas de danza y de entrenamiento. Tuve acceso a Carlos Latorre, a Jorge Tovar, a Elizabeth Ladrón de Guevara…La primera vez que tuve contacto con la danza contemporánea como técnica, fue a través de Jorge Tovar. Me di cuenta que tenía unas capacidades bien específicas para algo y que mi vida no era tan aleatoria como yo la había visto. Sentí que empezaba a tener distancias con el folclor.  

Los festivales de danza contemporánea también me abrieron las puertas. Muchos maestros ochenteros empezaron a coger espacios y yo formé mi grupo. Nos creímos capaces, nos autodenominamos Danza Urbana Experimental e hicimos piezas desde el empirismo.

Después, había que tomar determinaciones y me presenté a la Academia de Artes de Bogotá. Estaba convencido no de que la danza contemporánea era la ruta, pero sí de que de todas las áreas donde había estado, esta era en la que avanzaba con mayor facilidad, independientemente de que resultara bailarín de flamenco, o no sé, pero sabía que por ahí era. Abandoné la Nacional porque pensé que me estaba mintiendo a mí mismo.

Formación como bailarín

Me presenté a la Academia Superior de Artes de Bogotá pero no pude pagar mi cupo a tiempo, me dejaron un año por fuera. Al año siguiente, 1999, volví a hacer la audición y entré a la escuela, poco después de que Álvaro Restrepo fundara la escuela con Cuca Taurelli. Tenía 23 años encima y sentía que había perdido muchas cosas… características corporales que son elementales para avanzar. Pero también me di cuenta que tenía un bagaje gracias al grupo de folclor con el que había bailado casi cinco años desde el Nariño profundo hasta La Guajira. Que la escuela de folclor de Jacinto tenía una raigambre muy importante; mi cuerpo entendía eso. Aunque los de la escuela me llevaban ventajas, yo había alcanzado un avance técnico.

A los cinco o seis meses de estar en la escuela me resulta mi primer contrato laboral de danza contemporánea, empecé a bailar para la compañía de Charles Vodoz, una persona que ha traído tanta formación a Colombia y que sigue formando gente. Empecé a ver los primeros frutos: salidas a espectáculos, colectivos serios dedicados a este asunto. Aprendí muchísimo observándolo.

En la Escuela tuve gran acceso a la danza, empezaron a llamarme de varias escuelas. Empecé a viajar y se me abrió el mundo. Me comprometí con una compañía francesa y logré quedarme en Francia por muchos años, y después me moví con otras compañías y aumenté mi bagaje. Fue muy importante para mi formación como bailarín un trabajo que tenía una escritura muy estricta, que se llama La Maison de Loth, (La Casa de Lot), que realicé con Faizal Zeghoudi. En él hay un discurso complejo de lo temático y de la reflexión, pero en la escritura específica es supremamente rígido. Los límites son estrictos, un coreógrafo nos entrenó rigurosamente sobre la precisión del movimiento a todo el equipo. Entonces aprendí que se podía tener disciplina.

Material original.

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Carlos Enrique Sánchez Santamaria
Gran Maestro Premio Compartir 2011
Con el apoyo de las tecnologías logré que los estudiantes convirtieran el pasado de exclusión que vivió éste municipio lazareto en un pretexto para investigar, conocer la historia y conectarnos con el mundo.