Existe un déficit de protección general para las víctimas de acoso escolar en razón a su orientación sexual, pues el marco regulatorio y la política pública no han sido implementados con vigorosidad.
Escribo estas líneas porque siento que la suerte del país está en nuestras manos, los maestros, los que le apostamos al poder transformador que tiene la educación.
Evolucionar hacia él «todavía no» es mucho más que cambiar los términos de la calificación, es promover la «mentalidad de desarrollo», asumiendo consideraciones pedagógicas.
Siendo docente de biología, me tocó debutar como catedrático de educación sexual y no se hicieron esperar las preguntas de los alumnos, que aunque malintencionadas a veces, son el verdadero crisol donde nos hemos forjado los discípulos de Rousseau y Montessori.
El asunto va más allá de las exigencias jurídicas planteadas por la Ley 1620 de 2013 que creó el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y el Decreto 1965 del mismo año.