En una entrevista reciente a un campesino, que leí en un diario nacional, me llamo la atención su afirmación: “siempre hemos vivido en guerra, lo que no sabemos es vivir en paz”. Creo que tiene razón.
En el siglo XXI, siglo de la conexión global, del acceso inmediato a la información, del contacto con hechos y personas de todo el mundo, el maestro está presionado a repensar su rol como formador.
Un tanque de pensamiento que desarrolla a nivel mundial el Índice Global de Paz, con el fin de proporcionar una mayor comprensión de la conexión entre los negocios, la paz y la economía.
Involucrar al sector productivo en la formación de los jóvenes, es una de las principales estrategias para cerrar las brechas de capital humano que existen hoy.
Las épocas en que había más personas jóvenes que adultas quedarán en la historia y desaparecerán, por eso debemos actuar con la población joven actual de manera prioritaria.
Seguimos teniendo un mercado laboral en donde los talentos y expectativas de las personas varían mucho respecto a la cantidad y tipo de funcionarios que esperan las organizaciones.
Momentos en los que hay que elegir una carrera u oficio o continuar estudios siempre nos enfrentan a la incertidumbre de estar tomando la decisión correcta con la información correcta.
Para generar mejores oportunidades y bienestar en futuras generaciones es necesario tener un balance entre el desarrollo de las habilidades cognitivas y las socio-emocionales.