Con una inversión cercana a los 13 mil millones de pesos, 154 jóvenes víctimas del conflicto residentes en Bogotá cumplen su sueño de acceder a la educación superior.
Abro una ventana a los niños con discapacidad para que puedan iluminar su curiosidad y ver con sus propios ojos la luz de la educación que hasta ahora solo veían por reflejos.
No hay que temerle al dolor. A los que no vivimos la violencia directamente, debemos acercarnos a ella, para no vivir en la urna de cristal, donde nada nos toca y todo lo vemos. Para lograr entender porqué se necesita un proceso donde todos podamos ser parte.
Si el gobierno toma la decisión política y económica de ofrecer una educación de primera, sin lugar a dudas, a la vuelta de 20 años, tendremos una ciudadanía políticamente responsable, capaz de transformar el país que tenemos, por uno donde hay oportunidades para todos.