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La ira de los lápices

La situación educativa de Cartagena, Colombia, en estos últimos tiempos es solo comparable con el sitio de Morillo, uno de los periodos más lúgubres y penosos de nuestra historia colonial.

Septiembre 10, 2018

En ese panorama del nuevo sitio de Cartagena es menester mirar y analizar la caótica y grave situación de la educación, la cual se encuentra en su mayor estado de postración caracterizada por escuelas en ruinas, ausencia de dotación, de programas de cualificación de maestros y, lo más perverso, niños sin paes o, lo que es lo mismo, sin alimentación escolar.

En ese contexto de la situación social y política de la ciudad y, en particular de la educación, se ha venido dando en forma generalizada una oleada de protestas agenciadas por los padres de familia quienes, voluntaria y espontáneamente, han involucrado a sus hijos, en su mayoría, chicos de primaria y preescolar, que son los afectados directos de la crisis de la educación; hecho este, que se constituye en una verdadera “rebelión o ira de los lápices”, para significar y simbolizar, el elemento más preciado y usado en la educación inicial, el lápiz, con el que prácticamente trazamos el camino de nuestras vidas.

Resulta conmovedor, leer la carta que escribió y envió el Personerito escolar de la institución San Felipe Nery, ubicada en uno de los mayores cordones tuguriales de américa latina, en la zona Sur Oriental de la ciudad, al Personero Distrital, donde en tono de desesperanza, pone de presente la angustia y el drama que les ha tocado vivir en una edificación indigna, casi comparable con una caverna, como si no fueran suficientes las condiciones precarias e inhumanas, que a casi todos les ha tocado vivir por razones de su marginalidad impuesta e irracional.

En ese mismo espectro, la ciudad ha visto con ojos de tragedia, la situación de los infantes estudiantes del Fernández Baena, Ternera, María Reina y la sede Ana María Pérez de Otero de la Institución Soledad Acosta de Samper, para solo citar esos casos, donde el panorama no es menos grave y donde también los niños como el Personerito del San Felipe Nery, han utilizado el lápiz como su única herramienta en un acto de legitima ira, para escribirle no sólo al Personero Matson, sino pintar trazos que parecen denotar su desesperanza y su infortunio.

La rebelión de los lápices recorre a la ciudad como un fenómeno de dignidad y de defensa de la escuela y de la educación, orientado a que por fin los niños y jóvenes puedan reír con el esplendor de sus sueños, para, como dijo Francisco Cajiao, “ofrecerles un sentido en la vida, que les permita realizar aquellas capacidades individuales y colectivas que fortalezcan su identidad” y puedan alcanzar el mundo que les tenemos prometidos, el de la escuela multicolor donde los lápices, hoy en justa ira, sirvan para que los niños dibujen caritas felices y escriban poesías y sonetos de esperanza y de amor.

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Escrito por
Rector de la Institución Educativa Soledad Acosta de Samper.
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