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Carta pública al profesor Rogelio Acevedo

Una misiva con la esperanza de que otras personas se animen a leer un libro introductorio al pensamiento de Dussel y debata su pertinencia en nuestras instituciones

Noviembre 22, 2018

El día 31 de septiembre de 2018 Rogelio Acevedo, profesor de la Licenciatura en filosofía de la universidad la Gran Colombia, realizó el lanzamiento de su libro Principios filosóficos de la ética de la liberación de Enrique Dussel[1].

Ese día, el profesor Rogelio y el profesor Román Artunduaga ofrecieron una charla en la que se destacó la urgencia y la necesidad de desarrollar un enfoque de pensamiento que, sin desconocer los aportes de otras latitudes, contribuya a la reflexión sobre nuestras propias circunstancias.

De acuerdo con Rogelio, debemos privilegiar la reflexión sobre las condiciones materiales de nuestra existencia, con miras al desarrollo de una ética guíe las relaciones que entablamos con los otros. Se trata de una apuesta que pone en el centro de nuestros pensamientos la corporalidad, nuestra vulnerabilidad y la necesidad de entablar relaciones de mutuo reconocimiento con los demás. Luego de leer el libro he decidido escribir esta pequeña “Carta pública al profesor Rogelio Acevedo”, no solo con el ánimo de conocer sus posturas sobre las preguntas que le planteo, sino también con la esperanza de que otras personas se animen a leer este libro introductorio al pensamiento de Dussel y a debatir su pertinencia en nuestras instituciones.

 

Profesor Rogelio,

Luego de leer su libro y aprovechando el espacio de estas columnas, me ha parecido que es una buena ocasión para que, a través de un diálogo en diferentes espacios, podamos ir abordando algunas problemáticas que su texto plantea y que son urgentes en la agenda pedagógica. Quisiera empezar diciendo que la lectura de su texto me resultó grata y enriquecedora. Creo que realmente valdría la pena que varios de los debates allí presentados pudieran extenderse al interior de la Universidad; quiero decir, hacer que estas discusiones se realicen dentro de la Universidad, a la vez que discutir sobre lo que ocurre dentro de la universidad desde la perspectiva y los problemas éticos que su texto expone. 

Lo primero que ha llamado mi atención es la formulación de la ética como filosofía primera. Dejando de lado lo que esto puede significar respecto de la política o la ontología, o el sentido que se le da a tal propuesta en la filosofía de Lévinas o de Dussel, tal formulación es una manera de responder al olvido del cuerpo y la legitimación del status quo que ha imperado en las filosofías eurocéntricas. Frente a ellas, usted nos llama a repensar las relaciones que tenemos con los otros y la relación que entablamos con nosotros mismos. Sin embargo, por lo expuesto en su texto es claro que no se trata de un asunto de perspectivas u opiniones, sino del diagnóstico sobre el tipo de relaciones que llevamos al interior de las instituciones en que vivimos y, en ese sentido, lo que está en juego es un análisis sobre las prácticas institucionales y el modo en que estas afectan nuestro comportamiento.

Me parece que una serie de preguntas que se siguen de su texto y que son un llamado que debería ser escuchado con especial atención, tiene que ver con el modo en que cuidamos de nosotros mismos, el modo en que cuidamos de los otros y el modo en que todos contribuimos al cuidado colectivo. Profesor Rogelio, ¿cuál es su diagnóstico sobre este problema?, ¿qué nos puede decir sobre el modo en que las dinámicas institucionales promueven o afectan nuestras relaciones morales en las instituciones educativas?

Cuando pienso en el papel que jugamos al interior de la universidad, estimo que deberíamos ser nosotros (los docentes), quienes más deberían promover el planteamiento y reflexión sobre este tipo de preguntas: ¿estamos cuidando de nosotros mismos como profesores, estudiantes, administrativos y demás miembros de la comunidad educativa?, ¿nos cuidamos mutuamente?, ¿de qué modo la institución nos cuida?, ¿cuáles son las prácticas auto-destructivas o co-destructivas a las que debemos prestar atención al interior de la universidad?, ¿qué es un ambiente de clase justo?

Sospecho que plantear esas preguntas de forma pública y ofrecer respuestas honestas (autocríticas) nos permitirá hacer diagnósticos y avanzar en la comprensión de aquellas cosas que atentan contra nuestro bienestar. Un tal proceso sería favorable para todos, incluida la institución. ¿Cuáles son las problemáticas sociales de nuestros estudiantes? ¿Qué es la crítica y cuál es su alcance en la universidad y la escuela? ¿Cómo se presenta el problema del centro y la periferia en la institución educativa? Todas estas son preguntas que se siguen de su texto y que valdría la pena, de forma periódica, y basados en los datos que recojamos en la Universidad, empezar a discutir. Profesor Rogelio, anímese al debate e invitemos a otros a plantear sus argumentos, a ver si detenemos un momento la máquina de velocidad en la que andamos, y nos preguntamos qué es lo que esa máquina está haciendo con nosotros.

Profesor Rogelio, ¿qué tal si a manera de experimento, y tratando de dejar de lado esa lógica académica que nos ha vuelto expertos en la realización de eventos, empezamos a hablar de prácticas concretas, a identificar sus componentes y a comprometernos con el desarrollo de propuestas de intervención factibles? Creo que solo así se podrá avanzar en la consecución de lo que su escrito propone: el establecimiento de un principio material-corporal como base del cuidado y el desarrollo de mecanismos de participación simétricos en la formulación de las normas institucionales que a todos nos afectan.

Con aprecio,

Christian Rubiano

 


*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad la Gran Colombia. Filósofo, Magister en filosofía de la Universidad del Rosario. [email protected]
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