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“Eina” el tejer y des-tejer de una maestra

Octubre 16, 2019

Resumen

En estas páginas se teje un trozo del camino de una maestra cuyo andar ha estado rodeado de infantes y familias de diferentes contextos. Tal recorrido configura la esencia de ser maestra, cada escenario pedagógico demarca el derrotero para innovar e investigar desde y con la comunidad, empoderando la educación, pedagogía y las vidas de quienes allí convergen. Así mismo, aquellas tensiones escolares, sociales, pedagógicas que en el camino aparecen, mucho más cuando hay diversidad de etnias, saberes, procedencias, y cómo se constituyen en soporte para dignificar la voz comunitaria.

Sobre la autora

Tadiana Guadalupe Escorcia Romero es maestra en la Institución Educativa Distrital José Asunción Silva y Universidad El Bosque y magíster en Estudios en Infancias de la Universidad Pedagógica Nacional y Universidad de Antioquia. Correo electrónico: [email protected]

Esta historia se narra cómo lo hicieran las “tooushi” abuelas de la etnia  wayuu  al  tejer en familia,  evoca  el  hilo  que  demarca  configurarse  en  maestra  de  Colombia  y  de  la  capital caracterizada por su pluridiversidad. Muchos dicen que se es maestro por vocación, pero se llega  a  ser  no  solo  por decisión,  sino  por  la construcción  de  aprendizajes  que con la enseñanza  se  van forjando  con  quien  comparte  al lado, entre vicisitudes,  riesgos  y dificultades.

El camino de esta maestra inicia en la Normal, con la pasión y entrega desde muy chica por estar  en  el contexto  escolar  enseñando,  un  recorrido  del  que  los aprendizajes pedagógicos fueron  muchos,  pero  las  preguntas  y  el  asombro mayores. Luego, la  licenciatura  en  la Universidad Pedagógica Nacional, escenario en el que los hilos empezaron a cruzarse para ir  tejiendo  esta  convicción,  con maestros, entre retos, asombro  por  la  enseñanza,  pero especialmente con el ímpetu y la gallardía de ir más allá del aula y ser agentes sociales, que forjan  una  Colombia  de  esperanza.  Desde  esos  dos  escenarios, entendería  como  lo  dice Savater que “cuanto más  sabemos  enseñar,  más nos  convencemos  de  lo  que  nos  falta  por aprender”, porque siempre el que enseña ha de estar abierto a los conocimientos y aquello que pueda ir mejorando su labor (2005, 6).

Y es entonces cuando todo el bagaje que se lleva puesto sale a flor de piel para encontrarse con  la  realidad  educativa, la  que  enmarca situaciones  para  las  cuales  quizás  no  se  está preparado;  pues  iniciar  la  vida  laboral  no  es  fácil,  mucho  menos  cuando  el requisito esencial es la experiencia que apenas se forja. Los primeros años fueron enriquecidos desde varios colegios  privados  como  orientadora  escolar,  en  los  que  la práctica se  encaminó a atender  toda  la  población  del  colegio, manuales, currículo, talleres  de  padres,  atención  a estudiantes con dificultades de aprendizaje, en fin; pero donde sin duda se aprendió del otro y más que maestra, sería estudiante incansable por aprender más, en palabras de Kirkeegard (2005)  se  aprende  como  profesor  del  aprendiz,  al  ponerse  en  su  lugar  para  así  poder comprender todo lo que pasa por él o ella.

Pero fue la llegada después de un concurso de la Secretaría de Educación para Normalistas con poblaciones  vulnerables, a una  institución  educativa  distrital  de  Usme  donde  mayor arraigo se gestó en la configuración de ser maestro. Sí, justamente allí donde se erigía una escuela de primaria de grado 0 a 3 sobre una montaña, con el olor característico del campo, el frío intenso, 3 transportes para poder llegar, más la mirada de infantes sin docente desde hacía  varios  años, y  con  la  cualidad  invaluable  de  una  rectora  y  grupo  de  maestros  que desde el primer día con su abrazo y sonrisa acogen la llegada del nuevo, le instan de aliento y ofrecen lo que tienen para ser parte de un equipo. Entonces se inicia con el grado segundo de básica primaria, con edades diversas, muchos repitentes, dificultades en sus procesos de aprendizaje y convivencia, y una baja autoestima, que al dialogar con otras compañeras era característico de otros grupos.

Sin embargo, ese momento privilegiado para un maestro como lo es el “descanso” en el que al  observar  se  conoce mucho  más al estudiante,  daría  un  hilo  valioso  para iniciar el  tejido hacia la  investigación,  cómplice  de  la  configuración  del  maestro. Mientras  el  aula  carecía de sentido y motivación por las dificultades sentidas; niños y niñas, fuera se sentían felices jugando al reality “expedición Robinson” haciendo cuentas, dialogando,  argumentando; insumo  que  con  un  trío  de  maestras  configuraría una  apuesta  de  proyecto  que  llevaría  tal juego  al  aula.  Y  que  un  año después  gracias  a  una  convocatoria  del  IDEP  sobre vulnerabilidad recorrería un sendero para nutrir el equipaje del maestro que comprende que cada  problemática  es  la  oportunidad  para  dialogar  con  la  teoría,  retomar  las  voces  de  los sujetos y co-construir saber pedagógico que empodera a unos y otros.

Nace así “eXpedición escolar C” investigación  que  permitió  decantar  tres  formas como  la escuela vulnera al estudiante desde lo académico, convivencial y por su condición de niñez, pero también cómo la acción del maestro transforman o solo los factores de riesgo, sino que hace  de  la institución educativa  un  espacio  que  se  gesta  como  factor  protector  para reivindicar  sus  proyectos  de  vida.  Con  ellos  se  construye  una estrategia pedagógica  con tribus, teas  de  aprendizaje,  acuerdos,  mesa  de diálogo para  la reconciliación, entre  otras, que  fue visibilizando a las  infancias,  al reconocer fortalezas  para  enfrentar debilidades y mostrar  la  multiplicidad  de  aprendizajes. Tal  experiencia  sustentada  desde  una posición crítico-dialógica enriqueció el quehacer docente, con los proyectos gestados en colectividad y mostró en palabras de quienes también fueron parte del camino, que la vulnerabilidad no siempre  constituye  a  quienes  se  les  etiqueta  como  parte  de  su  naturaleza,  por el  hecho  de pertenecer  a un  sector  popular,  sino  que  expresan  sus  posibilidades  como  sujetos  de creación, construcción y proposición (Cortes &Delgadillo, 2006).

Pero  algunos  recodos  del  camino  mostrarían  enredos  del  hilo  que  obligarían  a  destejer  lo construido,   pues   una   apuesta pedagógica   que   cruza   el aula cuestiona   e   invita   a transformarse y darle voz a quienes antes no se les visibilizaba, encuentra oposiciones que muchas veces desconocen y desaniman la labor emprendida. Esta visión no solo fue notoria con  esta  investigación,  sino  con  otras  4  experiencias  desde  otros  lugares  de  la  ciudad evidenciando una escuela y niñez en condición de vulnerabilidad. Para Cortes y Delgadillo (2006)  las  prácticas  que  desbordan  la  escuela  implementadas  por docentes coexisten  con trabas   de   orden   curricular,   esquemas   formales,   imposiciones   ministeriales   o   por   la incidencia  de  académicos que, al  planear  programas  para  superar  riesgos,  desconocen  las vivencias  y representaciones de la  comunidad.  Así  las  cosas,  el  andar  se  bifurca  con puntadas distintas que intentan seguir soportando el tejido, pero que se detienen y rearman para revitalizar la esperanza y la confianza.

 

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