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Él me llamó Malala

La adolescente paquistaní Malala Yousafzai ha sido reconocida a nivel mundial por su lucha constante en la promoción del derecho a la educación de los infantes.

Noviembre 13, 2015

“Un estudiante, un maestro, un libro y una pluma pueden cambiar el mundo”

Malala Yousafzai

Su padre le puso el nombre en homenaje a una joven luchadora afgana que murió en la lucha contra los británicos. De allí viene el título del documental (2015) sobre la vida de Malala Yousafzai que nos trae el director Davis Guggenheim (EEUU, 1963).

Mediante un acercamiento a la vida cotidiana de Malala y su familia, ahora viviendo en Birmingham (Reino Unido), nos revela quién es ella, la motivación de sus actos, las consecuencias de ellos y nos deja algunas preguntas sobre lo que será su futuro.

A los 15 años Malala se dio a conocer al mundo entero cuando en el año 2012 los talibanes, que habían comenzado a llegar en el 2003 a su tranquilo pueblo en el valle del Swat en Pakistán, le dispararon a la cabeza por defender el derecho de las niñas a acceder a la educación. En el asalto hirieron a otras  de sus dos compañeras.

Su batalla había comenzado antes. Desde el año 2010 estaba escribiendo un blog para la BBC, bajo el seudónimo de Gul Makai, exponiendo las dificultades que implicaba defender su manera de pensar y actuar bajo el régimen de los talibanes. En el año 2011 recibió el “Premio Nacional por la Paz” de su Pakistán natal, por la defensa de la educación de las niñas.

Tras superar la gravedad de las heridas en el cráneo y sus secuelas, se estableció con su familia a su domicilio actual. Luego, ha venido el reconocimiento internacional a su valor, que va a la par de la sencillez con la que expresa sus mensajes directos y que usa para compartir con presidentes, jefes de Estado y celebridades de casi todas partes del mundo. En el año 2014 se le concedió el “Premio Nobel de la Paz”, junto al activista indio por los derechos de los niños Kailash Satyarthi. Esta es solo una de las múltiples distinciones que ha recibido internacionalmente.

Su historia, lejos de percibirse como lejana a nuestras realidades, acarrea significativos aprendizajes para los moradores de otras latitudes y en particular para los latinoamericanos.

En el campo del derecho a la educación de los infantes tenemos aún una importante deuda social pendiente. Más grave la desigualdad cuando miramos el acceso que tienen las niñas a una educación de calidad, situación que se agrava en medios rurales.

Su historia, lejos de percibirse como lejana a nuestras realidades, acarrea significativos aprendizajes para los moradores de otras latitudes y en particular para los latinoamericanos. 

El papel de un referente que motive al aprendiz a desarrollar su curiosidad, su inquietud, a hacer preguntas que incomoden a lo establecido, es también un tema interesante en el documental. En el caso de Malala ese personaje es Ziauddin Yousafzai, su padre. Un apasionado de la educación, quien crea una escuela en su pueblo. Ese fue el primer parque de juegos para la niña. A la par de su admiración por las ideas del padre, desarrolló su propia visión crítica hacia el tipo de educación que recibían las niñas en esa región.

Así como fue su padre para ella, en otros casos el modelaje lo lidera la madre, un maestro, una tía, un abuelo o un vecino. La presencia de un ser que se convierte en faro es un factor determinante al momento de emprender y sostener las luchas por los sueños. Ponga el lector nombres a los ejemplos que le vienen a la mente.

Es menester mencionar que Malala hace explícito en el documental que ella es así porque esa es su personalidad, no porque ese sea el camino que le haya predeterminado su padre. Algunos en su país la critican aduciendo que ella es producto de lo que su progenitor ha escrito o dicho. Esas voces también se incorporan en la película, lo que le da un poco más de credibilidad al todo que se presenta.

Esta historia está marcada por la intolerancia, el desconocimiento del pensamiento del otro, el intento de suprimir a quien piensa diferente. Grupos humanos que, esgrimiendo una verdad revelada, se hacen del poder para luego tratar de mantenerlo a como de lugar. En este caso una interpretación del Islam es el argumento de los opresores. En múltiples contextos encontramos escenas similares. Unas veces utilizando una “ideología”, en otras ocasiones es un líder mesiánico. Los seguidores de estos grupos, de tanto recitar frases prefabricadas sin cuestionarlas, terminan siendo el “individuo pensando”, dejan así de ser libres. Quedan impedidos para reconocer el mundo que vive más allá de su propia interpretación de la realidad.

Ciertamente el contexto pakistaní, en el cual se desarrolló la vida de Malala hasta que le salvaron la vida en Inglaterra, fue y es brutal. No menos cierto es que la intolerancia por nuestros lados ha sido bastante radical también y está presente. Desplazados, excluidos, perseguidos, estigmatizados son algunos de los productos de esta conducta social en la región. Los factores de polarización han sido diversos. La intransigencia de las partes mantiene profundas cicatrices que algún día debemos sanar.

La intransigencia de las partes mantiene profundas cicatrices que algún día debemos sanar.

Malala y su familia parece que viven en un estado de transición que nos les hace muy felices. Quisieran regresar a su tierra pero no lo hacen porque los talibanes han confirmado que de hacerlo la matarían. Una adolescente, sus padres y dos hermanos menores, tuvieron que cambiar todos sus hábitos de vida, extrañan sus amistades y el medio físico que les era natural. Ella muestra cierta inconformidad con el tipo de vida que ahora lleva. Sin embargo, asume con valentía y con la fuerza que le da su juventud los nuevos retos que implica el defender e impulsar el derecho de las niñas a la educación. La cohesión del grupo familiar es un estímulo para que todos en ese hogar salgan adelante.

La resiliencia es una competencia indispensable para quienes saben que están cambiando a la sociedad.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Docente-investigador de la Universidad Central de Venezuela
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Sandra Cecilia Suárez García
Gran Maestra Premio Compartir 2013
El cuerpo habla y la danza puede ser el camino para la exploración del ser y el medio para liberar las palabras que se encuentran encadenadas.