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La huella ecológica del colegio Los Comuneros Oswaldo Guayasamín

Una huerta escolar, 40 árboles foráneos y 500 flores ornamentales, son el legado que 180 niñas, niños y jóvenes dejarán para siempre en el corazón de Usme.

Julio 31, 2021

Un sitio abandonado con pupitres viejos e inservibles fue el espacio perfecto para que la profe Zulma Ramírez, licenciada en Biología y apasionada por el cuidado de la naturaleza y el ambiente, apostara junto con sus estudiantes por el embellecimiento del colegio Los Comuneros Oswaldo Guayasamín hasta convertirlo en ejemplo de institución verde para la localidad.

El impacto de esta propuesta ambiental, que nació hace 5 años, es palpable: construyeron una huerta escolar con abundantes hortalizas y aromáticas, cuya cosecha ha servido de alimento y trueque con la comunidad, quienes a cambio entregan insumos para más cultivos.

Pero la profe Zulma y sus pupilos querían más. Buscaron otros espacios en la institución para sembrar flores ornamentales y plantaron árboles de especies foráneas como alcaparro, chicalá, eugenia, arrayán, entre otros, donados por la Fundación Ambiental Ulata.

De acuerdo con esta docente, “nuestros árboles nos ayudan a oxigenar el sector, a mejorar el paisaje del colegio y, a su vez, lo convierte en un lugar ecológico promisorio para las nuevas generaciones de esta institución y de la localidad”.

La apuesta del proyecto

Cuando la profesora Zulma llegó a esta institución educativa en 2016 encontró un espacio sin zonas verdes, rodeado con muros de cemento y poca naturaleza. Lo que hacía ver a este colegio algo lúgubre y sin alegría.

Esta situación y su empeño por hacer del colegio un escenario feliz a través de la naturaleza y flora, la llevaron a pensar cuál sería la mejor forma de construir una huerta escolar que motivara a los estudiantes a participar en ella y, al mismo tiempo, empoderarlos en temas de cuidado ambiental.

Y como cosa del destino, fue desocupado un espacio al aire libre que estaba destinado para los “chécheres” que no eran útiles en el colegio y ahí encontró la oportunidad que estaba esperando. Entonces, con sus estudiantes, limpió el lugar y los invitó crear el proyecto ambiental.

En un comienzo, diseñó todo un andamiaje para que la iniciativa funcionara, por lo que hizo un estudio de suelos para saber si sembrar ahí funcionaba o no. Infortunadamente, el terreno no era fértil. Pero esto no fue un impedimento.

Hizo un plan B: junto con sus estudiantes tomó picas y palas para diseñar y adecuar ocho camas en las que sembraron hortalizas y aromáticas. A los pocos meses, estos productos naturales sirvieron para hacer bebidas calientes para mitigar el frío en la institución.

Posteriormente, tanto las hortalizas como las aromáticas sirvieron para hacer trueques con los vecinos del colegio. El objetivo era cambiar la cosecha por insumos que podrían utilizarse para hacer otras siembras. Al mismo tiempo, el grupo que había iniciado esta “travesía ambiental” recibía todo el aprestamiento y enseñanza sobre la importancia de cultivar y cuidar la naturaleza.

“Esto ayudó a empoderarlos y sensibilizarlos sobre temas ambientales. Se convirtió en una experiencia práctica que los llevaba del aula al cultivo para arar la tierra, plantar y cuidar. Básicamente es un acto de amor con la naturaleza”, destaca la profe Zulma.

De esta forma, el proyecto tomó más fuerza y nuevos estudiantes se vincularon. Gracias a sus ideas, se aprovecharon cuatro espacios más para ser recuperados como zonas verdes. En estos lugares se sembraron flores ornamentales que ayudaron al embellecimiento de la institución.

Por otra parte, en 2017 la fundación Ulata, que trabaja temas ambientales con la Alcaldía de Usme, al enterarse de esta iniciativa ecológica, donó 40 árboles bebecitos y orientó un taller a los estudiantes para que supieran como plantarlos y cuidarlos. Estos árboles fueron sembrados alrededor de las camas de la huerta escolar.

Para la maestra Zulma, “tenemos un lugar armónico donde los estudiantes se preocupan más por el cuidado de las flores y los sembrados, en las clases de biología podemos ir y mirar el proceso de germinación de diferentes plantas, esto lo convierte en el mejor aprendizaje para niñas, niños y jóvenes de la institución”.

Y destaca, “este es un proyecto que no es solo de los estudiantes, muestra de ello es que los celadores y las señoras de servicios generales han tenido un sentido de pertenencia por esta iniciativa. Durante la pandemia ellas y ellos regaron con la manguera las flores y la huerta. Este acto nos llenó de regocijo entre los líderes del proyecto”.

Asimismo, durante el aislamiento, la labor continuó con mensajes y actividades de cuidado ambiental. Los estudiantes trabajaron la recuperación del manejo ancestral, que consistió en proponer el conocimiento que tenían en casa con el uso de plantas aromáticas, material que fue aprovechado para exponer en forma virtual en 2020 con el Jardín Botánico y la Mesa Ambiental de Usme.

Más que un ejercicio ambiental

Heidy Cárdenas lleva 4 años en este grupo de corazón verde. Para ella, este ejercicio ambiental le permitió asumir diferentes roles. Por un lado, “me convertí en cultivadora. Aprendí lo básico, cómo arreglar la tierra, implementar camas para iniciar un cultivo, sembrar hortalizas, plántulas y árboles. En suma, conocí el abecé de la jardinería”.

Por otro, “ahora soy cuidadora de la naturaleza. Me gusta regar las flores, arreglarlas y cuidarlas”, señala la estudiante. Así como Heidy, los demás estudiantes del proyecto están pendientes de la huerta y su avance, asimismo, analizan y miden la evolución y el crecimiento de los árboles que ayudaron a sembrar.

Otro rol que han experimentado los alumnos de la profe Zulma, pero no menos importante, es el papel de multiplicadores. “En tres oportunidades socialicé la experiencia del manejo de la huerta y la recuperación de espacio en zonas verdes, en aulas vivas naturales. Mi voz ha sido escuchada en los foros organizados por la Mesa Ambiental de la localidad de Usme”, resalta Heidy.

En estas experiencias, los estudiantes adquieren un sentido de pertenencia y de relación con la naturaleza. Con la visita a diferentes colegios logran socializar el proyecto y, de esta forma, nacen nuevas ideas.

Para la profesora Zulma, “con nuestro trabajo ambiental estamos impactando, aprovechamos todos los espacios y los convertiremos en zonas verdes que nos permiten dejar una huella ecológica en la que aplicamos un principio ‘No podemos cambiar el mundo, pero si el pedacito que nos toca’".

Esta experiencia y la de reciclaje que adelanta la institución, han llamado tanto la atención que, en el 2020, fueron escogidos por las secretarías de Educación y de Ambiente entre las 10 mejores de la ciudad en la implementación de los Proyectos de Educación Ambiental (PRAE).

Práctica Educativa publicada inicialmente en la página web de la Secretaría de Educación del Distrito.

 

Imagen educacionbogota.edu.co

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