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Igualdad y equidad en educación: tensiones y transiciones
Su propósito: analizar el concepto de equidad educativa explorando cinco grandes tensiones en torno al concepto a la luz de ciertos referentes en América Latina.
En la actual sociedad conocimiento y crecimiento económico se condicionan. En este contexto, en educación el debate sobre el concepto de equidad ha cobrado fuerza. El presente documento tiene como propósito contribuir a dicho debate, para ello se discuten una serie de tensiones y transiciones en torno a la equidad educativa en América Latina.
Se discute la relación entre igualdad y equidad; se analiza la complementariedad entre equidad escolar y equidad sistémica; se examina el concepto de equidad mostrándolo como dinámico y cambiante en concordancia con los contextos sociales y educativos; se argumenta sobre la necesidad de la equidad en el tránsito de educación primaria hacia la secundaria alta, por último, se examina el paso de la equidad enfocada exclusivamente en la cobertura hacia la equidad en la calidad educativa.
El presente ensayo tiene como propósito analizar el concepto de equidad educativa en el contexto de América Latina. Para ello se optó por proponer y explorar cinco grandes tensiones en torno al concepto a la luz de ciertos referentes en la región.
Las tensiones descritas en las siguientes cuartillas sobre la equidad, dejan entrever que América Latina, pese a su complejidad y gran desigualdad, ha instrumentado distintos esfuerzos en pro de atender a los sectores poblacionales con mayor riesgo de exclusión, sin embargo los retos sobre el derecho de recibir una educación de calidad siguen siendo una deuda en la región.
A continuación se muestra un panorama general sobre América Latina a fin de apuntalar algunas de sus problemáticas en materia social y educativa y posteriormente se presentan cinco tensiones en torno al concepto de equidad en nuestra región.
1. América Latina: panorama general de la desigualdad
América Latina pese a su desarrollo económico acontecido en las últimas décadas es en una de las regiones más desiguales del mundo, lo cual tiende a asociarse con menores tasas de democracia y equidad (Adelantado Scherer, 2008; Maravall, 2009).
Aunado a lo anterior para Blanco (2006, p. 1) nuestra región se “caracteriza por tener sociedades muy desintegradas y fragmentadas debido a la persistencia de la pobreza y a la gran desigualdad en la distribución de los ingresos, lo cual genera altos índices de exclusión”.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal, 2016) la desigualdad en nuestra región no solo se expresa a través de las brechas de ingresos y los bienes económicos, sino también en el desarrollo de capacidades (derivadas del acceso a servicios de educación, salud y nutrición, tecnologías de la información y a bienes duraderos), por diferencias relacionadas con el género, la discapacidad e incluso por el estatus migratorio.
Además en América Latina, la desigualdad social está condicionada por su dinámica productiva altamente heterogénea, por lo que la clase social se configura como el primer eslabón de aquella. La conjunción de diferentes factores asociados con la desigualdad, configuran lo que la Cepal (2016) ha denominado ejes estructurales de la matriz de la desigualdad social, mismos que al entrecruzarse generan pobreza, vulnerabilidad y exclusión social.
Para Cortés (2011) la desigualdad frena el desarrollo económico porque los actores carentes de conocimiento y capacidad de inversión toman decisiones equivocadas que solo rinden beneficios parciales. Sin embargo, el desarrollo económico no puede centrarse en buscar ganancias monetarias porque la economía es solo un instrumento para el desarrollo humano.
El propósito de una política regional y nacional equitativa e inclusiva, debe crear la posibilidad de que la gente tenga una vida plena, desarrollando su potencial y dignidad, para que pueda tomar decisiones y construir su futuro (Nussbaum, 2011).
Desde un punto de vista conceptual todos los ciudadanos podrían enfocarse a contribuir al bien social y obtener beneficios sociales y económicos derivados de su esfuerzo personal. Las sociedades que permiten y recompensan el desarrollo del talento y la capacidad personal, están mejor preparadas para la innovación y el desarrollo económico.
Este tipo de sociedades se han descrito como meritocráticas o abiertas. En cambio, las sociedades que impiden y bloquean el desarrollo del talento y el ascenso social en favor de las posiciones heredadas se denominan cerradas, lo cual según Van Leuween (2009) genera graves disparidades que deslegitiman el orden social existente.
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