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Pedagogía y literatura: amalgama de dos artes

Enseñar literatura no es otra cosa que dejarla habitar en nosotros, los que la orientamos en procesos diariamente dentro del aula. 

Octubre 30, 2018

Fernando Savater manifestó alguna vez: “Siempre me he dicho que la pedagogía vale, pero la literatura es imprescindible”. La relación que hoy existe entre estas dos artes, (sí, porque la pedagogía fue la primera, así no esté en las bibliografías de la historia como una de las seis artes mayores), está tan ligada al mundo que el puente de la academia apenas es una excusa para su convivencia. Está amarrada desde la antigüedad.  

Enseñar literatura no es otra cosa que dejarla habitar en nosotros, los que la orientamos en procesos diariamente dentro del aula. Cuando la hemos cultivado desde siempre, desde nuestros albores, cuando no pensábamos en pensar; nuestra infancia, jugábamos a ser los personajes de las obras que leíamos.

Al crecer, cuando decidimos entrar al mundo de los libros con oficio, si se quiere con fiebre, la dejamos anidar, y entonces empezó a ser parte integrante de nosotros, la sentimos, la apropiamos y la tinta y la neurona se fueron haciendo una. Cortázar manifestaba: “Decir literatura y vida ha sido para mí siempre lo mismo”, entonces, la pregunta desde esa perspectiva sería: ¿Cómo enseñar a vivir?, la literatura como una forma de existir y de afirmarse, y la academia como uno de los muchos escenarios para irradiarla, jamás el único.

Basta con cerrar el portón de nuestra casa y salir al mundo, y ya te la irás encontrando por todos lados, lo demás es dejárselo a la inconmensurable capacidad de imaginar, esta última la gran categoría que no se puede enseñar, porque básicamente cohabita en mayor o menor medida dentro de cada uno de nosotros, es inherente. Y es precisamente cuando hablamos de imaginar que es importante dejar de privilegiar, solamente, el conocimiento científico, las ciencias fácticas, de mucho valor, innegable, pero no única fuente de saber y percepción, y tal vez empezar también a educarnos y educar en la fantasía, en el desdoblamiento de la realidad mediante un ejercicio de la voluntad, en la capacidad que tenemos todos para inventar, fabular, proliferar; menos cifra verificable, más sed de infinito.

Mario Mendoza decía en alguna de sus clases que la literatura es como la gripe, si no la tienes no la puedes transmitir. El juicio se complementa manifestando una suerte de crítica al oficio de educador en Lengua Castellana y Literatura hoy; allá afuera, en los colegios, en las universidades, hay mucho “profesor” que se la pasa estornudando, pero no tiene gripe.

Como educadores de la literatura nuestro caballo de batalla es la literatura misma. El acervo teórico frente al arte que nos ganó el corazón y por el cual transitamos las aulas y hablamos con los estudiantes, en la postura que aquí se propone, no está anclado en los teóricos ni en los críticos, en aquellos que jamás han escrito un cuento, un poema, o que jamás han hecho el intento de una mimesis en una puesta en escena.

Los mismos que se han limitado a crearnos corpus que estudian el arte de hacer literatura desde los géneros tradicionales, pero jamás los han habitado, los han sentido. Son lectores de literatura y a partir de ello intentan analizar un mundo que en muchas ocasiones les ha quedado grande. No es desconocer un trabajo, una formación, sino proporcionar, además, nuevos elementos que den cuenta de la literatura, por ejemplo, desde la misma escritura ficcionada. Al respecto Cest Noteboom, en su maravillosa novela En las montañas de Holanda dice: “Los críticos literarios se parecen a los filósofos, en el fondo son poetas frustrados, se entienden más con los sistemas que con las palabras”.  

Si le sumamos a esto que el crítico literario también responde a un mercado editorial que le indica qué obras deben ser o no leídas por lectores, debemos generar un oxigeno desde la academia, y por qué no apuntarle a un rescate de las voces invisibles que tienen a veces mucho más oficio que las que nos genera el mercado. Por ello se propone aquí, inclinar también el discurso, la enseñanza de la literatura en el ámbito académico desde los mismos escritores. Bien lo decía Bajtin, como lo apuntaba Barthes, volvamos sobre Lukács, claro que sí, pero también torcer las citas y manifestar; Bien lo decía Cortázar, como lo apuntaba García Márquez, volvamos sobre Rulfo, y por qué no tener en cuenta a Plath, cerremos la clase con esta cita de Miller, etc. Hagamos prevalecer la escritura por encima de la misma literatura.

Allí habita un marco teórico mucho más rico, más apasionado y con toda la seguridad, mucho mejor captado por los discentes. Discursos, ensayos, poemas, novelas, cuentos, teatro, escrito por los mismos autores que otros estudian y que estamos desperdiciando no abriendo la ventana y dándoles la oportunidad. Tal vez muchos “académicos” juzgarán este ejercicio de escritura desde la emoción y desde la entera subjetividad, pero, no podrán negar el habitar de esta perspectiva, no la única, afortunadamente.

En las artes y en las humanidades como decía Ortega y Gasset, hay tantas verdades como puntos de vista. Una de las máximas de Sigmund Freud siempre fue la siguiente: “Los poetas, los escritores, descubrieron el inconsciente antes que yo. Lo que yo descubrí fue el método científico para estudiarlo”. ¿Por qué no darles entonces entera prioridad a los primeros, sencillamente por ese sólo hecho de ser primeros?

No hay cimiento teórico aquí, no hay estadísticas. Se habla desde un lugar de enunciación que para muchos podrá ser etéreo, vago, poco aterrizado, pero es que resulta que para enseñar literatura no se necesita la erudición de los teóricos. El profesor de bachillerato Carlos Julio Calderón Hermida, le enseñó a Gabriel García Márquez literatura en el colegio La Salle de Zipaquirá y García Márquez siempre lo recordó de esta manera: “No me ordenaba una tarea, sino que me aconsejaba una lectura que no podía faltarle a alguien que quisiera amar la literatura o volverse escritor”. No podemos ocultar su resultado. Pocas armas, mucha pasión.

Se necesita ser literatura, se necesita considerarla más que un oficio, se necesita transformarla en forma de vida, eso evitará muchos estornudos sin gripe en las instituciones donde haya un aula en la que se enseñe este arte. Acompañar un proceso con estas características en clase funciona casi igual al método del escritor para que su lector lo acompañe hasta el final. Ángel Esteban así lo definiría (a propósito de García Márquez): “Conseguir agarrar por la solapa a cualquiera de sus lectores desde la primera línea, y no soltarlo hasta el punto final, sea con un relato breve o con una novela de quinientas páginas. Ganar por Ko en el primer asalto”. La invitación está dada, a dejar pues, las narices rotas.

 


Referencias:

Arreola, J. (1985). Estas páginas mías. México D.F: Fondo de Cultura Económica.
Cabrera, J. (2015). “Entrevista a Fernando Savater. Considero que ya he acabado, no voy a escribir más”, en Lee por gusto. Disponible en:
 http://www.leeporgusto.com/fernando-savater-considero-que-ya-he-acabado-no-voy-a-escribir-mas/
Esteban, A. (2014). Gabo y Fidel en su otoño. Bogotá: Revista Semana
Harlow, M. (S.D). Poesía y Psicoanálisis. Armas y letras. León: Universidad Autónoma de Nuevo León. Disponible en http://www.armasyletras.uanl.mx/numeros/58/58_2.pdf
Noteboom, C. (1985). En las montañas de Holanda. Madrid: Siruela.
Redacción diaria del Huila. (2014). Carlos Julio Calderón Hermida “fabricó” así al escritor García Márquez. Disponible en: https://www.diariodelhuila.com/cultura/carlos-julio-calder%C3%B3n-hermida-%E2%80%9Cfabric%C3%B3%E2%80%9D-as%C3%AD-al-escritor-garc%C3%ADa-m.-cdgint20140316143412135
Veiga, A. (2016). Julio Cortázar, Octavio Paz, Cien años. Literatura, libertad y juventud. Barcelona. Universitat Autónoma de Barcelona. Disponible en: http://pagines.uab.cat/cortazarypaz/content/literatura-libertad-y-juventud
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Licenciado en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad La Gran Colombia y Magister en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesor titular de Lingüística y Literatura en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad La
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Diego Fernando Barragán Giraldo
Gran Maestro Premio Compartir 2004
Invitó a sus estudiantes a armar pieza por pieza un rompecabezas mental cuya imagen final dejaba ver la realidad del país.