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Maestros del color, la forma, el arte y la amistad
Color y vida a una rebeldía que gracias a su maestro Antonio Roda floreció en talento e inspiración.
Mi infancia fue una historia de problemas con los maestros, lo que me convirtió en una trashumante de colegios y engendró una rebeldía que más tarde me serviría para abordar la academia y el arte con una mirada diferente. A esos maestros les agradezco mi fuerza inicial. Sin embargo, con los profesores de la época universitaria me sentí como en mi propia casa, y encontré personas especiales que me entendieron e impulsaron mi carrera.
Tuve la oportunidad de estudiar en Inglaterra y en Francia, donde descubrí una forma diferente de relación entre profesor y alumno. Ellos me enseñaron el respeto por la persona y la profesión. Ellos no se imponían, eran guías suspicaces que iban abriendo caminos para seguir libremente adelante.
Pero fue al llegar a la Universidad de los Andes donde finalmente encontré a los verdaderos maestros en un espacio lleno de experimentación y encuentro.
Luis Caballero fue quien me inició en el arte, cuando pintaba con mi hermano Juan Manuel. Yo era su asistente, limpiando pinceles y escogiendo colores. Más tarde, él me impulsó a estudiar bellas artes.
Recuerdo también de modo especial a Carlos Rojas, quien me enseñó con su sarcasmo la sutileza de la forma. A Antonio Roda, mi mejor maestro del color y de la vida. Y, finalmente, a Umberto Giangrandi, maestro del grabado, maestro de la amistad, mi gran amigo.
Gracias, maestros. Lo que soy se lo debo a todos ustedes, y gracias por mirar más allá y descubrir en un alma rebelde el camino de las realizaciones.
María De La Paz Jaramillo
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