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Evaluación formativa: ¿un concepto difuso e impreciso o una práctica en el aula?

Cómo el término evaluación formativa en algunos casos se ha convertido en un término difuso e impreciso.

Abril 5, 2019

Introducción

Paulatinamente la evaluación se ha posicionado como uno de los procesos que juega un papel determinante en la educación, la formación, la administración y la gestión en la institución escolar. La evaluación “se mueve en un amplio rango de posiciones teóricas que sustentan y dan sentido a multiplicidad de prácticas evaluativas” [1] (García Carrillo, 2012) que reflejan algunos intereses, tensiones e incoherencias del sistema educativo. En sus diferentes ámbitos y en todos los niveles educativos la evaluación, se caracteriza por el pluralismo epistemológico de sus discursos y constituye un universo en sí misma.

En este panorama durante muchos años el término “evaluación formativa” se acuño y evolucionó en un amplio rango de conceptos que algunas veces se repiten en forma mecánica, descontextualizada y sin tener una comprensión del término y sus implicaciones. La dificultad “proviene precisamente, de que no solo supone adoptar un nuevo concepto de evaluación, estar de acuerdo con él en un plano meramente intelectual, sino que implica cambiar las prácticas que se llevan a cabo en las aulas” [2] (Casanova, 2010, p.59), desafortunadamente, la evaluación es considerada una actividad técnica e instrumental sin sentido pedagógico y formativo, la expresión “evaluación formativa” es un concepto difuso e impreciso con variedad de significados y usos en los escenarios educativos.

La transformación y desarrollo conceptual y de las prácticas de evaluación fundamentadas en referentes pedagógicos – formativos más reflexionados, hacen necesario replantear, construir y consolidar una mirada resignificada de la evaluación educativa y de la evaluación formativa. “Abordar el problema de la evaluación supone necesariamente tocar todos los problemas fundamentales de la pedagogía” (Cardinet, 1986, citado por Martínez, 2013), sin embargo, existeuna notable dificultad en la construcción de “otra” configuración de la evaluación formativa, por ello, este texto no pretende prescribir y dar soluciones definitivas, es una invitación a reflexionar y comprender la situación.

La evaluación

En la evaluación educativa se presenta “confusión terminológica” [3] (Castejón, 2009), La literatura especializada fruto del estudio y la investigación en educación y en evaluación crece más cada día, presenta variedad de ópticas y tendencias “no se trata de un concepto uniforme, sino más bien polisémico, que podríamos considerarlo como la suma de muchos factores y a veces, diversos entre sí que pretenden configurar un elemento o concepto común” [4] (Castillo y Cabrerizo, 2010, p. 52). Aunque, la evaluación del aprendizaje de los estudiantes es la que más tradición y desarrollos ha alcanzado; pese a sus avances aun en algunos casos se continua evaluando desde concepciones y conceptos tradicionalistas con discursos superficiales.

La evaluación es un proceso que acompaña el aprendizaje, el conocimiento y una posibilidad de aprender del error donde las propuestas y los sistemas Institucionales de Evaluación no son manuales operativos de evaluación generales, estandarizados, válidos en todos los casos.

De alguna manera se intenta superar las tradicionales concepciones limitadas al control, la medición, la sanción, la supervisión, la vigilancia y la rendición de cuentas y reconocer la complejidad de la evaluación educativa en todas sus dimensiones y ámbitos que la constituyen porque todos aprendemos (estudiantes y profesores) en y desde los procesos de evaluación. Evaluar es fundamentalmente un acto o ejercicio político, ético y pedagógico.

Al revisar el concepto de evaluación formativa en la literatura tiene una sólida  fundamentación conceptual y muy buena sustentación teórica, uno de los problemas es la dispersión conceptual, son muchos discursos que en varios casos se vuelven difusos e imprecisos generado dificultades en su implementación.

Por otro lado, en los documentos expedidos por los organismos e instituciones internacionales y el Ministerio de Educación Nacional (Colombia) y demás entes que regulan y orientan la evaluación, se comprueba la presencia del término “evaluación formativa” desde hace más de dos décadas, situación similar identifican las investigaciones sobre los Sistemas Institucionales de evaluación de los estudiantes. (García Carrillo y otros, 2013, 2012) que corroboran, que en muchos casos el concepto “se queda en el papel” y son limitados sus desarrollos y aplicaciones en la práctica evaluativa, “ lo formativo de la evaluación no se evidencia en los conceptos, instrumentos y tiempos, posiblemente por la poca apropiación de la comunidad educativa donde la evaluación no tiene un significado claro. Afortunadamente, el interés por la evaluación aumenta y situación anteriormente descrita progresivamente se supera.

A continuación se presentan varios conceptos y reflexiones sobre evaluación formativa:

Perrenoud (2008), plantea:

La evaluación formativa es una pieza fundamental en un dispositivo de pedagogía diferenciada. Aunque, las formas tradicionales de evaluación pierdan vitalidad, la evaluación formativa no dispensa a los docentes de poner notas o redactar apreciaciones, cuya función es la de informar a los padres o a la administración escolar sobre las adquisiciones de los alumnos y luego fundamentar las decisiones de selección u orientación.

Por consiguiente, la evaluación formativa parecería siempre una tarea suplementaria, que obligaría a los docentes a administrar un doble sistema de evaluación, lo que no es muy incitante” [5] (p. 17) Popham (2013) agrega:

“La evaluación formativa es un proceso planificado en el que la evidencia de la situación del alumno, obtenida a través de la evaluación, es utilizada bien por los profesores para ajustar sus proceso de enseñanza en curso, o bien por los alumnos para ajustar sus técnicas de aprendizaje habituales. La evaluación formativa es una herramienta potencialmente transformadora de la enseñanza que, si se ha entendido con claridad y se emplea adecuadamente, puede beneficiar tanto a profesores como alumnos” [6] (p. 14)

Por su parte, Álvarez Méndez (2009):

“La formativa es la función tan permanentemente presente en los discursos pedagógicos como ausente de las prácticas en el aula …… probablemente porque las formas de practicar la evaluación nunca respondieron a la intencionalidad formativa. Evaluamos siempre con la intención de mejorar, de aprender, de conocer, de saber, de tomar decisiones adecuadas y justas” [7] (p.224 - 2013) Moreno (2011):

La evaluación formativa es un proceso sistemático para obtener evidencia continua acerca de los aprendizajes.

Los datos son usados para identificar el nivel de aprendizaje real del alumno y adaptar la clase para ayudarle a alcanzar las metas de aprendizajes deseadas” [8] (p.125)

Para López (2012) :

“Es todo proceso de evaluación que sirve para que el alumnado aprenda más (y/o corrija sus errores) y para que el profesorado aprenda a trabajar mejor (a perfeccionar su práctica docente). La evaluación formativa es todo proceso de constatación, valoración y toma de decisiones cuya finalidad es optimizar el proceso de enseñanza – aprendizaje que tiene lugar, desde una perspectiva humanizadora y no como mero fin calificador” [9] (pág. 35)

Pérez, Clemente y López (2009):

“Proponen una mirada desde la evaluación formadora concebida como una estrategia que promueve la autorreflexión y el control sobre el propio aprendizaje que pretende desarrollar en los alumnos competencias y/o estrategias de autodirección en el aprendizaje y generar proceso metacognitivos, no simplemente utilizar las técnicas citadas (autoevaluación, evaluación mutua y coevaluación)… no se trata de explicar al alumnado las probables causas de sus errores y lo que puedan hacer para evitarlos, sino que sean ellos mismos los que tengan que explicárselos a sí mismos o a otros compañeros, y explicárselos al docente de tal manera que produzcan análisis más o menos originales, que recogen sus ideas y propuestas en lugar de aceptar las del profesor o fingir que lo hacen”. [10] (p. 34).

En estas perspectivas aportadas por los autores, se observa la variedad de matices en las que se mueve la evaluación formativa, sin embargo, aunque se digan en uno u otros términos, se pueden identificar algunos consensos generales en los pilares que la constituyen:

  • Es un proceso.
  • Integrado y relacionado con la pedagogía.
  • Tiene como finalidad la mejora del aprendizaje, la enseñanza y de la evaluación misma.

La evaluación formativa un concepto gastado y confuso El concepto de evaluación formativa tiene un fundamento conceptual sólido se convierte en un concepto gastado y confuso, posiblemente, por el uso repetido sin una apropiación y comprensión vasta del término, dado que

“la formativa es la función tan permanentemente presente en los discursos pedagógicos como ausente de las prácticas en el aula. Probablemente porque las formas de practicar la evaluación nunca respondieron a la intencionalidad formativa” [11] (Álvarez Méndez, 2009, p.213)

Moreno (2012) indica que el problema reside en:

“un discurso que introduce conceptos de evaluación alternativa dentro de un esquema de evaluación tradicional” porque el profesor “al carecer de una formación pedagógica más amplia, terminan por asimilar a viejos esquemas las nuevas propuestas de evaluación cualitativa con lo que el sistema de evaluación acaba siendo un híbrido” [12] (p.126)

Black (2010) citado por Martínez, también, identifica algunos problemas para implementar la evaluación formativa:

  • La “falta una definición clara del concepto”, hecho que se ha venido reiterando.
  • El “conflicto entre la evaluación formativa las presiones de las pruebas sumativas dirigidas a responsabilizar a las escuelas”.
  • El “no aceptar que la evaluación formativa exige un cambio difícil en cuanto al papel del maestro” [13] (p.140)

Como se puede observar, hay un divorcio al no considerar en la evaluación su carácter formativo, la situación se relaciona con el sujeto que aprende, por ello, se (debe) tiende a una evaluación con un sentido más humano que reconoce al estudiante como sujeto social, histórico y cultural con necesidades e intereses particulares, es entender la evaluación formativa de otra manera o sea como posibilidad de emancipación humana y cambio social en  ontraposición con una evaluación considerada un problema, un obstáculo, ya que prevalece aún una fuerte cultura de la evaluación marcada por el control, el castigo, lo negativo y un sinnúmero de tradiciones y creencias ligadas a la evaluación que pueden según Moreno (2011) “convertirla en un “monstruo”.

Además, ante la presión social a la función de certificar, reconocida a la evaluación que con sus resultados determina quién “aprueba”, quién es “promovido o no”,“quién está en capacidad de ingresar o no a la educación superior o ganar una beca o quien accede a un empleo.

Los profesores se preguntan y sus dudas se mueven entre ¿calificar o evaluar?, que son dos procesos relacionados y complementarios pero con sentidos e intenciones formativas diferentes, es frecuente

“se equipará a ‘medida’ y que durante muchos años (demasiados, ya que en ocasiones llega a nuestros días) lo que se intente al evaluar, es medir la cantidad de conocimientos dominados por los alumnos” (Casanova, 2010, p.57)

Por otro lado, la cultura empresarial promueve en la institución educativa “medir” desde indicadores de cumplimiento e impacto, la rendición de cuentas que generan que la escuela se piense desde la lógica de las necesidades del mercado, de las demandas de los empleadores, desde la eficacia, la eficiencia y la productividad y no propicie una concepción pedagógica centrada en la formación y en lo humano.

En este sentido, el problema de la evaluación no son resultados, ni la calificación a través de las representaciones cuantitativas o cualitativas de las notas con números o letras, ni las estadísticas, el problema es de carácter pedagógico.

“en su función formativa la evaluación debe dar información útil y necesaria para asegurar el progreso en la adquisición y comprensión de quien aprende. También de quien enseña” [14] (Álvarez Méndez, 2009, p.221).

Otro aspecto a tener en cuenta son las técnicas, instrumentos o los formatos para valorar pero algunos consideran que para transformar la evaluación simplemente se requiere diseñar o aplicar un nuevo instrumento sin cambiar su concepción de la evaluación, afortunadamente, esta postura está en vía de superación.

Todo lo anterior, acompañado de la desarticulación entre la planeación y diseño de los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación, desvinculados entre ellos pero que impactan el desarrollo de los otros elementos del currículo.

Lea el contenido completo en la página web de la Editorial Magisterio.

 

 


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