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¿Será verdad tanta maravilla?
El reto de encontrar un sentido y un propósito al uso de tecnología en las aulas.
El pasado 23 de julio fue publicado un artículo titulado ¿Cómo ha impactado el programa de computadores y tabletas gratis?, un análisis sobre el impacto en el uso de computadores y tabletas en escuelas y colegios públicos del país, durante los años en que se ha implementado el programa Computadores para Educar (CPE).
Las conclusiones que se resaltan en este, son las que se refieren a que las TIC han permitido a cientos de niños y jóvenes apropiarlas y aprender, a acceder a través de internet a una ventana que permite interactuar con el mundo, así como que ayuda a mejorar desempeños académicos y los incentiva a continuar estudiando una vez dejan el colegio.
“Pero aparte del lado ”bonito” de lo anterior, hay que resaltar que los más triste y preocupante es el desconocimiento que aún existe en muchos colegios y por muchos docentes, de lo que se tiene, para lo que sirve, el por qué usarlo y sobre todo de lo que por x o y razón se está subutilizado”
Pero aparte del lado ”bonito” de lo anterior, hay que resaltar que los más triste y preocupante es el desconocimiento que aún existe en muchos colegios y por muchos docentes, de lo que se tiene, para lo que sirve, el por qué usarlo y sobre todo de lo que por x o y razón se está subutilizado. No es posible que después de una tarea maratónica que ha hecho el gobierno con uno de sus programas estrellas, todavía encontremos instituciones educativas donde los portátiles y las tabletas estén guardados, no se cuente con un servicio de conectividad y aunque se vive de taller en taller en temas TIC, la apropiación no se evidencie realmente.
Es por esto y por muchas otras razones, que la apropiación de las TIC necesita de un proceso que la sociedad, las políticas públicas, las entidades territoriales y por supuesto la escuela, deban respetar y abrir, para que los proyectos educativos institucionales pueden imbricar estas nuevas dinámicas y experiencias al andamiaje de la educación, para que así a un mediano y largo plazo se evidencien mejoras reales en la calidad educativa de la escuela.
Parafraseando al pedagogo italiano Francesco Tonucci, el colegio no debe competir con los dispositivos tecnológicos, que son más ricos y atractivos para niños y jóvenes. La escuela debe ser el lugar donde se aprenda a manejar y utilizar bien esta tecnología, donde se trasmita un método de trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en equipo... Estamos cayendo en el garrafal error de pensar que la tecnología por si sola mejora la calidad y olvidamos que es un mediador.
Estuve hace poco en un taller de sensibilización con docentes de la Secretaría de Educación Distrital de Bogotá, de Instituciones Educativas de las localidades de Engativá, Suba, Barrios Unidos y Mártires, llamándome la atención la confesión espontánea de algunos que manifestaban que las tabletas estaban encerradas, que no había mucho conocimiento sobre uso, que no sentían seguridad en la calidad del dispositivo y que no contaban con conectividad en sus sedes. Si esto pasa en la Bogotá Humana, no me imagino en los rincones olvidados de nuestra geografía.
El artículo no habla del tema de seguridad de estos equipos y que curiosamente influye fuertemente a la hora de articular en proyectos de aulas estos, ya que aunque se exige garantizar el aseguramiento de los equipos con póliza antirrobo y el de infraestructura adecuada, la póliza es un canto a la bandera, ya que en caso de que se presente un robo de la tableta (vale más la multa que la tableta) y es el profesor encargado quien la termina pagando. Este escenario, como es lógico espanta a cualquiera.
Con esta opinión no busco demeritar lo hecho por CPE y los logros en indicadores que han logrado, pero me surge la pregunta si ¿Será verdad tanta maravilla?
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