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Un profesor de película

La mejor película de la vida de Maria Emma Mejía fue aquella que empezó a protagonizar desde el momento en el que su profesor de teoría cinematográfica abrió su mente a través del cine. Fue así que comprendió realidades ocultas, tragedias sociales y un sin fin de matices que la formaron interiormente para ser el referente de liderazgo que es hoy en día. 

Mayo 6, 2015

Tenía diecinueve años y estudiaba comunicación social en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. A esa edad no se me había ocurrido pensar que el cine pudiera ser un arte que reflexionara sobre la condición humana, o una manera de acceder al conocimiento, o una herramienta de comunicación, hasta que conocí a Álvaro Ramírez, el profesor de teoría cinematográfica.

Álvaro hizo algo poco usual para la época, en una cátedra que por entonces tenía más que ver con la lectura de libros y la escritura de ensayos y monografías: nos puso a ver cine. Nos hizo pensar, analizar, comparar, sensibilizarnos con las nuevas realidades que nos revelaba el cine, en las que se hacían evidentes las grandes tragedias sociales y urbanas, y lo perturbador de la condición humana. En suma, nos abrió los ojos, nos enseñó un método, una nueva manera de ver y de conocer.

Mi vida cambió: filmamos una película en súper 8, en la Bolivariana, cuando esta práctica no era valorada académicamente; viajé a Inglaterra e hice con Carlos Mayolo, Bienvenida a Londres, mi primera película; regresé a Colombia y dirigí Ana Lenoit; fui directora de Focine, el primer instituto estatal creado para fomentar el cine en Colombia, y produje películas como Rodrigo D, No futuro, de Víctor Gaviria, y una decena más; conocí a Luis Carlos Galán, un hombre que entendía el verdadero poder de la imagen, y de su mano logramos que el Congreso aprobara una ley que permitía que el cine obtuviera recursos por medio de herramientas tributarias; en 1990 me nombraron directora de la Consejería Presidencial para Medellín, cuyo objetivo era trabajar con las comunas de la ciudad, y en compañía de Alonso Salazar -hoy su alcalde- desarrollamos un proyecto de televisión llamado Arriba mi barrio, en el que produjimos historias de jóvenes, presentamos películas e implementamos una serie de herramientas de comunicación que fueron esenciales para crear programas de comprensión e inclusión social.

El cine cambió mi vida. El profesor Ramírez también. El método que me enseñó es el mismo que he utilizado a lo largo de mi carrera como servidora pública en la embajada de Colombia en España, en el Ministerio de Educación, en la cancillería y ahora mismo en la Fundación Pies Descalzos: escuchar a la gente, compartir con ella, salir a enfrentar nuevas experiencias, hablar con las personas que conocen de un tema, comparar ideas, estudiar, analizar, pensar, ponerme en acción.

Gracias, Álvaro.

María Emma Mejía

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