Mantener la atención de los estudiantes es una tarea difícil, pero no imposible.
Los métodos educativos de hoy en día guardan una escalofriante similitud con la formación de antaño. Un profesor sabelotodo impone su conocimiento en un aula que favorece su condición de “superior” y lo convierte en una figura lejana. Un estudiante intenta prestar atención pero, a los 30 minutos, quizás antes, quizás después, se da cuenta que no puede mantener su concentración por mucho tiempo y se distrae hasta con una mosca.