La experiencia educativa colombiana posibilita alternativas desde la educación media para garantizar un proceso de acompañamiento en la formación personal y profesional.
El campo colombiano sería un paraíso sin la violencia asesina y expulsora. Y si la educación, la salud y el empleo hiciesen allí presencia con cobertura y calidad.
Concibo al maestro como la encarnación del modelo de ser humano de una sociedad mejor. Él encarna todos los valores que quisiera ver reflejados en una mejor sociedad.
Mejorar el acceso a una educación de calidad para jóvenes y adultos de comunidades étnicas abrirá la puerta a las oportunidades en las áreas rurales del país.
Un ejemplo de cómo las instituciones educativas pueden responder a las necesidades de formación de los jóvenes en situaciones adversas es el caso de Colombia.
Podría presentarse la vida escolar de hoy como una imaginaria “línea de fuego” por la que se cruzan, en distintas direcciones, las múltiples violencias que aquejan al conjunto de la sociedad.
El reto de aumentar el impacto de la educación rural no está en las horas de los niños en las cuatro paredes de un salón, sino en reconocer lo valioso de sus saberes.